Tenía ganas de salir de la habitación tras una discusión que a todas luces me parecía irrazonable. No existe justificación contra la violencia. Tal vez es que no puedo comprender en carne propia la rabia de que te despojen de tus pertenencias, pero linchar a un ratero no remedia nada. En absoluto.
Había cierto desprecio en sus palabras y eso es lo más duro, aunque no me absuelvo de haber albergado tales pensamientos insanos. ¿Estamos en confianza? ¿Es así como se justificarían si les reprochara su clasismo recalcitrante?
Tal vez se les escapa, porque no le han prestado atención. Es bastante fácil no prestar atención cuando se vive en el privilegio. El privilegio muchas veces se presenta bajo la forma de la ignorancia, de un desconocimiento del problema, de vivir en el cómodo punto ciego de la situación.
Pero si hurgamos un poco más, no por necesidad sino por curiosidad, por un afán de comprender que no todo ha de ser aprehendido como es recibido, que algunas cosas nos han sido vedadas y se ocultan tras el velo de aquello que llaman realidad y que no es sino una ilusión coloreada por un montón de opiniones muchas de las cuales no son nuestras, entonces se vislumbra el oculto rostro de la opresión, de la necesidad y el acto reflejo:
El verdadero problema con la delincuencia es la pobreza, la falta de oportunidades y el continuo bombardeo de la falacia de la publicidad que nos incita a creer, de todo corazón, que todo es posible. Las tres cosas no son casualidad: se trata de la estructura de un sistema de opresión con justificaciones económicas que busca la perpetuación del Status quo capitalista en su forma más implacable.
La miseria institucionalizada, que siempre ha de ser atiborrada con la falta de educación es lo que provoca que un montón de jóvenes sedientos de triunfo, de fama y de las comodidades y lujos que nos venden la televisión, la publicidad y el internet, salgan a robar, se unan al narco, y llenos de resentimiento contra una sociedad que todo les ha negado, arremetan violentamente contra todo, contra todos.
Y a veces se topan con otros no menos frustrados, no menos jodidos, no mucho mejor educados que se amotinan contra los delincuentes y terminan matándolos, como si ellos fueran el enemigo, como si los pesos que se llevan fueran lo que nos hace falta para salir del agujero en el que otros más ricos, más astutos y mejor organizados nos han metido.
@danny_or0