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Orgía deportiva.

Admirador de Pelé y apasionado del futbol, Marley perdió la vida a raíz de un incidente practicando este deporte.  

Un pisotón en un dedo del pie en medio de un partido de futbol fue el principio del fin. A causa de esta lesión empezó a tener los días contados en el mundo material. El incidente ocurrió en 1978, cuando se encontraba en Inglaterra en medio de una gira por Europa. Algunas veces solía ocupar sus ratos libres jugando futbol, durante el tiempo previo a subirse al escenario organizaba encuentros entre los integrantes de su grupo y miembros de la prensa que cubrían el concierto en turno.

Pero esa tarde de junio su vida fue marcada. El pisotón que le propició el periodista de la revista Rock and Folk representó algo más que una acción futbolera para el Rey del reggae, el mismo que en alguna ocasión aseguró que el «el futbol es toda una habilidad en sí misma, es todo un mundo, todo un universo en sí mismo. Me encanta porque tienes que ser habilidoso para jugarlo».

El diagnóstico inicial fue un melanoma maligno que con el paso del tiempo le provocó cáncer. La solución era amputarle el dedo lastimado para salvarle la vida. Si bien para casi cualquier otro la apuesta sonaba razonable y hasta obligada, para el jamaiquino no era una opción. Sus creencias le impedían mutilar cualquier parte de su cuerpo, incluido el cabello, ese que acumulaba en largas rastas que parecían brotarle de la cabeza como si buscaran expandir sus ideas de libertad en busca de plenitud espiritual más que corporal.

Para eso, para sentir el cuerpo liviano y sin ataduras él y sus allegados musicales tenían dos actividades. «Jugamos al futbol y hacemos música», declaró en alguna entrevista el hombre que ciñó su nombre al del reggae por la eternidad. Podríamos decir que si pensamos en Ernesto Guevara la primera palabra que viene a la mente es revolución, y si pronunciamos Bob Marley la asociación inmediata es a este género musical.

Marley se dio el lujo de presentar su música en uno de los estadios de futbol más emblemáticos a nivel mundial: San Siro. El inmueble ubicado en Milán recibió a más de cien mil almas el 27 de junio de 1980 para deleitarse con él y The Wailers. Aquel día debió haber sido especial para el jamaiquino, quien triunfó sobre la cancha en la que figuras de talla mundial ya habían disputado dos finales de la Copa de Europa. Aunque, según cuentan, su gran ídolo era Pelé, quien siempre jugó en Brasil.

El cantautor y compositor tenía tan arraigado su pensamiento que prefirió vivir hasta que la naturaleza se lo permitiera que atentar contra los principios que lo rigieron hasta el último de sus días. Se trataba de un tipo que, al igual que el movimiento rastafari, abrazaba sus raíces con devoción. Esta ideología honraba su antepasado y se enorgullecían de su origen africano, cuya conexión con el continente americano llegó de la mano de la colonización. Las características físicas de los africanos fueron la mejor forma de explotar los nuevos territorios.

Jamaica como colonia inglesa representó algo peculiar para Bob y su destino trágico. Porque el Rey del reggae, enamorado de la música y el futbol, pregonaba su cultura y forma de ver el mundo a través de su música cargada con letras de libertad, amor, redención y esperanza. Vaya cosas que tiene la vida. Fue justamente en una de sus «predicaciones» por el viejo mundo que condenó su existencia material. En Inglaterra, tierra originaria de aquellos conquistadores que sometieron a sus antepasados, el país en donde nació el futbol.

La práctica de este maravilloso deporte le dio esa sensación inefable que se experimenta al correr tras el balón y patearlo. Hay quienes dicen que el futbol le quitó la vida, me gusta pensarlo de forma diferente. Que el futbol le dio el pase a la inmortalidad y él, como buen jugador, hizo una recepción dirigida, quedó frente al portero y metió el esférico al ángulo.     «El futbol es libertad» llegó a decir Bob Marley.

Por: Gustavo C.

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