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Orgía deportiva

El encuentro está por iniciar. Jugará el Inter de Milán, pero no estamos en Italia ni en Europa, sino en la Selva Lacandona. Atrás del campo resalta un mural de Banksy, en el cual se aprecia a un zapatista haciendo una chilena, con una estrella roja de fondo. La imagen es acompañada por el lema: «A la libertad por el futbol». Mientras tanto, en el centro de la cancha los capitanes se preparan para el protocolo. El del equipo local, ataviado con un pasamontañas, estira la mano en busca de estrechar la de su rival; el visitante hace lo propio y el apretón es más que simbólico. Es la unión de dos mundos. El volado lo gana el EZLN. Así que los del Subcomandante Marcos moverán el balón…

Este pudo haber sido el inicio de la transmisión televisiva de un partido de futbol entre interistas y zapatistas, sin embargo, tal juego no se pudo concretar. Pero ¿cómo surgió la «loca» posibilidad de que integrantes del movimiento guerrillero y jugadores del club milanés jugaran un partido de futbol?

La conformación, en 1983, del primer campamento guerrillero en la Selva Lacandona chiapaneca dio origen al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Grupo que buscaba –y sigue haciéndolo– el reconocimiento e inclusión de los indígenas de origen maya de municipios como Altamirano, Ocosingo, Chamal, San Cristóbal de las Casas, Huixtán y Las Margaritas.

No obstante, la gran mayoría de los mexicanos supo del EZLN hasta una década después. Iniciaban los noventa y la globalización empezaba a dominar el mundo, en detrimento de los que menos tienen. Ahí fue cuando el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, en aras de beneficiar al TLCAN, reformó el artículo 27 constitucional para privatizar las tierras ejidales. Esto puso en riesgo los terrenos de las comunidades indígenas zapatistas, quienes vieron en la sublevación armada la forma de defender lo suyo. Fue por esto que el primero de enero de 1994 (el día que entraba en vigor el acuerdo de comercio con EUA y Canadá) los encapuchados le declararon la guerra al gobierno de México.

Aproximadamente 3 mil encapuchados de las siete cabeceras municipales referidas iniciaron una lucha reprimida por el ejército mexicano, que a los 12 días tuvo que negociarse pues las pérdidas humanas de los rebeldes eran sustanciosas porque el número de combatientes y armamento era menor. El obispo Samuel Ruiz negoció en nombre del EZLN con las autoridades la tregua a las balas para iniciar con un diálogo infructuoso.

El 16 de febrero de 1996 los encapuchados y el gobierno de Ernesto Zedillo pactaron los acuerdos de San Andrés. El Centro de Documentación Sobre Zapatismo (Cedoz) define el propósito de este convenio: «terminar con la relación de subordinación, desigualdad, discriminación, pobreza, explotación y exclusión política de los pueblos indios». Esto no prospero porque las autoridades no incluyeron la reforma constitucional que dotara de autonomía a las comunidades zapatistas. Actualmente el artículo 6 de la ley Minera y la reforma que se hizo en 2001 al artículo 2 de la Carta Magna atentan contra lo estipulado en los Acuerdos de San Andrés, demostrando que no hay voluntad política para reconocer los derechos de este grupo. El ejemplo más reciente es la imposición del Tren Maya.

Pero ese mismo fenómeno que dio pie al levantamiento armado de los zapatistas, fue el que permitió que su lucha se diera a conocer en el mundo. Un argentino de origen humilde, nacido en una comunidad rural en el distrito Dock Sud, ubicado en la ciudad de Avellaneda, empatizó con la causa. Era Javier Zanetti, de la selección de Argentina y capitán del Inter de Milán. Fue tanta la admiración por el movimiento del EZLN que en 2004 el futbolista logró que la directiva nerazzurri donara al grupo indígena artículos para jugar futbol (playeras, balones y zapatos deportivos), un jersey del club con el 4 y el apellido Zanetti en la espalda, una ambulancia y 5 mil euros; dinero que benefició a varias comunidades zapatistas.

«Creemos en un mundo mejor, un mundo sin globalización, enriquecido por las diferencias culturales y costumbres de todos los pueblos. Por esto es que queremos ayudarles en su lucha por mantener sus raíces e ideales», decía la carta enviada por el argentino. Meses después el subcomandante Marcos respondió retando al club italiano a jugar un partido «contra un equipo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (…) Dado que tenemos afecto por ustedes, no tenemos planeado golearlos».

Zanetti se mostró entusiasmado con la idea de jugar el partido. Pero por alguna razón –o algunas– no se pudo jugar el partido que hubiese enfrentado al gigante italiano con el gigante chiapaneco. No obstante, aquel acto solidario del futbolista argentino con los pueblos indígenas al sur de México solo fue el inicio de la sociedad zapatista-interista. Años más tarde el club italiano abrió en Chiapas un Inter Campus, en el cual se trabaja en el «desarrollo sostenible educativo autónomo en las comunidades indígenas zapatistas». En este lugar hay cupo para más de tres centenares de niños, quienes no ven en el profesionalismo la meta, solo buscan forjarse una mentalidad de trabajo, perseverancia, trabajo en equipo, entre otros aspectos que les ayuden en su vida.

El partido no se disputó, pero por qué no imaginar que en algún momento de la historia se pueda realizar. Mientras tanto los niños zapatistas, con ayuda del Inter de Milán, patean el balón en busca de algo más que meter un gol.

 

Por: Gustavo C.

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