Orgía deportiva.
Andy Murray superó un episodio traumático en su niñez para dedicarse al tenis y devolverle la gloria a aquellos que lo menospreciaban al inicio de su carrera.
Cuando un deportista se retira profesionalmente se dice que atraviesa un tipo de duelo, porque se tiene una pérdida. Tal vez suena exagerado pero, a final de cuentas, se trata del cierre de un ciclo en la vida. Ronaldo, el Fenómeno, dijo al anunciar su retiro que se trataba de su primera muerte. Es cambiar la rutina habitual dedicada por completo al deporte por algunos años, en el caso del Andy Murray, le pondrá fin a 13 como tenista profesional. El británico al igual que el brasileño tendrá que decirle a adiós a la vida de deportista porque su cuerpo ya no le permite competir al más alto nivel.
Murray es joven, tiene apenas 31 años, pero una lesión en la cadera lo ha orillado a anunciar su despedida del tenis profesional. El nacido en Glasgow debutó en 2005 y si bien su primer Grand Slam lo ganó hasta el 2012, desde el inicio dejó constancia de su calidad. Tuvo que lidiar con la fría parte de la prensa y afición británica, que cuando perdía se referían a él como «escocés», pero cuando obtenía algún logro le llamaban «británico». Fue en 2012 cuando Andy se ganó, casi por completo, el respeto de ambos sectores, ese año ganó en Wimbledon la medalla de oro en los Olímpicos de Londres.
Los detractores más férreos le quitaban mérito por no tratarse del Grand Slam. Un año más tarde venció en la final a Novak Djokovic y les demostró que podía gana Wimbledon compitiendo contra los mejores de la ATP. Un británico volvía a ganar el abierto disputado en la isla 77 años después de que Fred Perry lo hiciera en 1936. Con esto Murray no volvió a ser nunca más «escocés», desde ese momento sería por siempre «británico». Murray volvió a ganar en 2016 el trofeo disputado en el All England Club para no dejar duda alguna de su grandeza.
Pero más allá de sus logros y de haber sido capaz de superar a los tres monstruos de este deporte (Federer, Nadal y Djokovic) en el ranking de la ATP, Murray será recordado por ser el tenista masculino que se preocupaba y velaba por los intereses de las mujeres en el deporte blanco. Krolina Pliskova, Sloane Stephens, Naomi Osaka y Serena Williams lamentaron su prematuro retiro y todas resaltaron la atención de Murray tenía con las integrantes de la WTA.
«Ha alzado la voz por los problemas y los derechos de las mujeres, especialmente en el tenis, siempre, y lo hace otra vez. Es una cosa que adoro de él», declaró la menor de las hermanas Williams. Un ejemplo de esto ocurrió en 2017, cuando un periodista aseveró que Sam Querrey era el primer estadounidense en semifinales de Wimbledon; Murray lo interrumpió para corregirlo y aclararle que debía ser más preciso y decir «jugador masculino»; parecería un detalle nimio pero no lo es.
Ese es Andy, quien a los ocho años vivió una tragedia en el gimnasio de su escuela, cuando se dio la matanza de 16 niños y una maestra a manos de un sujeto de 43 años que acto seguido se suicidó. En el momento de la masacre él y su hermano se encontraban en otro lugar del colegio. Para un tipo que de niño fue capaz de enfrentar y superar un trauma de tal magnitud las críticas de la prensa y afición resultadista eran cosa insignificante. Y lo demostró.
Murray ha señalado que le gustaría retirarse en Wimbledon, en donde ya informó Richard Lewis, director del All England Club, tendrá su estatua. Sin embargo, parece que su cuerpo le pondrá varios obstáculos. La oportunidad de operarse con el doctor Edwin Su le abren una posibilidad de poder estar listo para julio, cuando inicia el Grand Slam inglés. El cirujano le ha dado buenos pronósticos con base en casos similares, en los que deportistas han vuelto a competir al máximo nivel, aunque también ha sido sincero y realista: «como en cualquier procedimiento médico, no existen garantías totales de que el deportista vaya a volver a la competición».
Ojalá Andy pueda cumplir su deseo y pueda despedirse sobre el mítico césped de la Catedral, ese que lo vio consagrarse; que pueda irse vestido de blanco, como lo mandan los dioses del tenis. Se lo merece.
Por: Gustavo C.
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