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Linchamiento a la mediocridad

En Puebla, dos hombres fueron linchados y quemados vivos por una multitud.

Los hombres, quienes fueron confundidos con dos secuestradores, en realidad se trataban de dos campesinos que no contaban con antecedentes de haber cometido crimen alguno.

La sociedad, no cabe duda, está harta de la inseguridad que se vive en todo el país, no por nada han aumentado los casos en los que la gente decide hacer justicia por su propia mano, prefiriendo ser ellos quienes castiguen a los ladrones en vez de entregarlos a las autoridades. Por supuesto, sabemos que violencia genera más violencia, sin embargo, este actuar de los ciudadanos es totalmente comprensible debido al pésimo sistema que tenemos, en el que los criminales salen de la cárcel apenas un par de días (o incluso horas) después de haber ingresado y así puedan seguir delinquiendo.

Así, ha llegado a tal extremo el odio hacia los malandros que, seamos sinceros, cuántos de nosotros no nos hemos enojado con aquél señor o señora que con el clásico «ya déjenlo, también es humano» defiende al ladrón que ha sido capturado y golpeado hasta el cansancio por la multitud. Y aunque la justicia que se hace por propia mano suena atractivo, no así ya el de la Ley del Talión que se aplica aleatoriamente.

El ejemplo más reciente lo tenemos con el linchamiento de dos campesinos en Puebla, quienes fueron señalados como «robachicos», y cuyo veneno de las malas lenguas se esparció tan rápido que, decenas de pobladores, los sacaron de la cárcel para golpearlos y quemarlos vivos. Por supuesto, la horda no se detuvo a pensar si eran o no culpables, sino que, cegados por el odio y la semilla de la frustración que el crimen ha sembrado en cada uno de nosotros, sólo les importó hacer pagar con su vida a quienes ellos creían eran criminales.

Y aunque en pantalla grande ya se han visto casos en los que el culpable de algún brutal crimen sale ileso y en su lugar se castiga a alguien más, como lo es el caso del violador en Irreversible (2002), o bien, en la mexicana Canoa (1976) –que por cierto está basada en un hecho real-, en la cual un cura incita al pueblo a golpear y asesinar a un grupo de jóvenes por la sola sospecha de creerlos comunistas, nada, absolutamente nada se compara a la crudeza de la vida real, sobre todo cuando estas barbaridades han sido captadas y divulgadas mediante teléfonos celulares, lo que da a entender que la horda estaba más preocupada por torturar, ver, grabar e incluso castigar que por investigar y pensar.

Aun así, e independientemente si los verdaderos culpables aquí fueron la inseguridad, la falta de preparación por parte de las autoridades, la impunidad a los ladrones e incluso la misma ignorancia del pueblo, lo que es cierto, es que hoy el odio y la frustración encarnados en una turba enardecida les han quitado la vida a dos inocentes.

Israel Yerena

HOY NOVEDADES/MI CULTURA