El músico y productor Gustavo Santaolalla está colaborando con el proyecto de investigación “Inteligencia Musical” el cual busca recuperar, conservar y dar una nueva vida a instrumentos y sonidos perdidos o en riesgo de extinción a través de la tecnología y la innovación.

Santaolalla se ha interesado por instrumentos musicales en peligro de desaparición, a los que se da un nuevo uso gracias a la experimentación y la tecnología. La utilización de instrumentos prehispánicos, africanos y europeos han imprimido un estilo muy propio en algunas composiciones, que rezuma personalidad y raíces, pero también innovación y vanguardia, gracias al empleo de la tecnología, pero guiada por el pensamiento creativo humano.

Uno de esos ejemplos lo defiende con el punteo de su ronroco, instrumento de origen boliviano que ha utilizado en la composición de la banda sonora de videojuegos. Entre esos instrumentos se encuentran la ocarina jaguar empleada por los mayas; la vasija silbadora búho de agua, utilizada por las culturas nazca, vicus y mochica; la flauta sin agujeros pincullo, empleada por los indígenas amazónicos; el krin, conocido como el “primer teléfono” porque permitía establecer comunicación con él a varios kilómetros de distancia, y empleado en Oceanía y África, y otros de origen europeo como el rabel, el violín de los pastores trashumantes de España.

Inteligencia Musical

La base de sonidos del proyecto de innovación e investigación “Inteligencia Musical”, en la que ya están aislados y recogidos algunos de los sonidos empleados, es una iniciativa con un fin aspiracional de índole cultural, social, antropológico y creativo. Persigue dejar un legado artístico sonoro, gracias a la recuperación y conservación de sonidos antiguos -y nuevos-, tanto musicales como cotidianos, gracias al empleo de la tecnología.

¿Por qué recoger estos sonidos?

Existen centenares de instrumentos musicales en riesgo de extinción, que construyen nuestra identidad y raíces. La UNESCO reconoce esta problemática desde 1981, cuando lanzó una guía para registrarlos con el fin de contribuir a su preservación y en su Convención sobre Patrimonio Inmaterial de 2003 incluye los instrumentos en peligro de desaparición como parte de ese patrimonio a conservar. Perderlos solo los convertirá en sonidos olvidados y, con ellos, se borrará también parte de nuestra esencia, de nuestra historia. Sin embargo, registrar su sonitus permitiría que perduren en la memoria auditiva e histórica de la sociedad. “Inteligencia Musical” quiere traerlos, actualizarlos, darles nueva vida.

Además, contribuir con originalidad y nuevos elementos introduce una herramienta innovadora en la música actual, que tiende a sonar cada vez más parecida según un estudio del CSIC, que analizó medio millón de canciones del último siglo. La tecnología, en este proceso, está contribuyendo a que se homogeneice. Sin embargo, la IA correctamente empleada puede enriquecer las posibilidades de este arte y permite un contexto de oportunidad para composiciones alternativas y para artistas que exploran su autenticidad.

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