En esta temporada de “corcholatas” y aspirantes hay que tener atención en sus discursos. Sus palabras pueden ser atractivas, verosímiles, convincentes.

Sin embargo, en ese envoltorio puede haber una visión ideológica contraria a la Constitución. Uno de esos discursos en apariencia generoso pero en la práctica nocivo es el de la “igualdad de oportunidades”. Juntar ambos términos es un oximorón.

Las oportunidades son efímeras, no perdurables. Las oportunidades son solo un momento, una circunstancia. Las oportunidades son exclusivas, no para todos.

Para aprovechar las oportunidades se requiere capital y capacidades específicas en un momento preciso. De lo contrario pasan y se pierden.

El ejemplo se da con nitidez en las crisis. Sólo aquellos con capital pueden aprovechar las oportunidades, como adquirir en remate una casa que en otras circunstancias tendría un precio mayor. Las personas en condiciones de marginación, sin capital, pueden tener la oportunidad en frente, pero no el capital para llevarse esa “ganga”.

El resultado de las crisis es bien conocido en México. Decenas de millones ven empeoradas sus condiciones de vida y la élite refuerza su posición de privilegio.

Un ejemplo de ese discurso, en apariencia inspirador, lo sostiene el aspirante Enrique de la Madrid Cordero.

“Siento que he nacido en el mejor país del mundo, y al igual que tú, creo que el esfuerzo y la dedicación son fundamentales para salir adelante. Pero si ese esfuerzo es acompañado de oportunidades todos podemos alcanzar nuestros sueños”, expresó en el video donde anunció su intención de encabezar el Frente Amplio por México.

El discurso de las oportunidades es primo hermano del discurso de la libertad, enarbolado por quienes desean poca regulación para llevar a cabo sus actividades económicas y que chistan cuando el Estado impone condiciones para regular dicha libertad que es benéfica para unos intereses pero no para la sociedad en su conjunto.

Si nos remitimos al texto constitucional, el artículo 1 habla de derechos, los cuales son universales. “Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos”.

La autoridad está obligada a velar por el derecho a la educación de calidad de toda la población, desde el preescolar hasta la preparatoria, para que las personas tengan las herramientas, ahora sí, que les permitan aprovechar las oportunidades.

La salud es un derecho humano, no una oportunidad, al igual que la educación, el trabajo y seguridad social, el acceso a la justicia, la vivienda, el acceso al agua potable y alcantarillado, la seguridad,

Para que el esfuerzo y la dedicación ayuden a salir adelante es necesario que previamente las personas tengan, como dice la constitución, una serie de derechos garantizados.

Los derechos igualan, dan un piso parejo. Hablar de oportunidades sin la consecución previa de la igualdad de derechos es hablar de perpetuar la desigualdad.