“Para amar hay que comer,
Para comer hay que cortar,
Masticar es acto de amor,
No hay devoción sin digestión”.-Siniestro Total
Carne, sin importar su presentación, es uno de los platillos más suculentos que la mayoría de nosotros podemos gozar.
Ya sea adobada, asada o en salsa, casi nadie se negaría a un buen y jugoso bocado de carne de res, pescado, ave, cerdo, humana.
¿Qué pasa, se les fue el apetito? No hay problema, es comprensible, pues el acto de devorar a otro humano no sólo es considerado uno de los actos más atroces y degradantes que se puede cometer hacía un semejante, sino que la mera idea de comer su carne es, para muchos, asquerosa. Pero, ¿qué pasaría si este acto fuera la única opción para sobrevivir? ¿Se atreverían a dar el primer bocado? ¿Dejarían atrás su humanidad para ser más…salvajes?
En la historia ha habido unos cuantos sucesos que nos demuestran que esto ya ha ocurrido, basta con recordar el Accidente de los Andes, donde un grupo de personas tuvo que devorar la carne de aquellos que perecieron en el choque del avión. ¿Merecemos juzgarlos por esto, acaso, cuando sólo querían sobrevivir?
Asimismo, se tiene evidencia que en épocas pasadas, prehistóricas, algunos restos de los que fueron los primeros habitantes homínidos –y por lo tanto antecesores del hombre- presentan signos de haber sido canibalizados, incluso hay huesos que tienen rastros de haberse utilizado variadas herramientas en ellos para sacarles el tuétano.
En aquella época, donde la moral y las reglas sociales no existían, quizá el devorar la carne de un semejante no era mal visto, sino incluso algo natural, simple y sencillamente se trataba de comer, no había culpa alguna.
¿Qué es lo que detiene al hombre a devorar a otros? Tal vez las normas, las instituciones, la moral, el miedo o, quizá, simplemente no ha llegado el momento oportuno. La pregunta es, llegado el día (¡Y qué el gran Cthulhu no lo quiera¡) ¿Serán ustedes los devorados, o aquellos que estén dispuesto a comer para vivir?
Buen provecho.
