Con 2018 a unos cuantos pasos, el fenómeno político en nuestro país no permite pasos falsos, pues entre históricos descalabros electorales, alianzas-quiméricas entre grupos con nula coincidencia ideológica, conflictos al interior de cada partido, nuevas fuerzas de oposición en su punto y el descontento de la población por la actual administración, cualquier tropiezo significaría una derrota adelantada.
En nuestro país existen partidos, cuya permanencia de su registro está blindada por su alto porcentaje de sufragios, muchos más de los que solicita el Instituto Nacional Electoral, como es el caso del PRI, PAN y el PRD, además de Morena, que ha crecido considerablemente durante los últimos tres años.
Aunque en las contiendas por gubernaturas, presidencia y legislativo, estos «clásicos» de la política nacional se trenzan en una tupida gresca por acaparar la mayoría de votos (ya no nos detendremos en detallar los métodos a los que recurren para lograr tal finalidad) existe otro segmento capaz de modificar el rumbo de la contienda, dicho rubro incluye a los partidos «pequeños» conformado por el Partido del Trabajo (PT), Movimiento Ciudadano (MC), Partido Encuentro Social (PES), Nueva Alianza (Panal) y el siempre «coqueto» Partido Verde Ecologista de México (PVEM).
Hoy día, estos partidos también llamados «satélite» se han convertido en piezas clave en materia de alianzas, tanto para los comicios electorales, como en las curules del Congreso, pues el porcentaje de votos que éstos captan, funciona para alimentar el resultado de votos que signifique la victoria para una coalición, así como al de aprobar o rechazar reformas a la Constitución.
Basta anotar el ejemplo del PVEM, que en recientes días junto a Nueva Alianza y PES, sumó las boletas necesarias para otorgar una virtual victoria al candidato del PRI por el Estado de México, Alfredo Del Mazo, durante una jornada sin precedentes en la que el tricolor estuvo muy cerca de perder la entidad frente al partido de Andrés Manuel López Obrador.
No obstante, en miras a 2018, dichos partidos ya comienzan a plantear si obtendrán mayores beneficios al contender por su propia cuenta, o incluso, qué podrían echarse a la bolsa en caso de generar alianzas con otros institutos políticos.
El Verde Ecologista, desde el año 2000 ha encontrado en las coaliciones, con el PAN (2000, 2006) y PRI (2012), su método por excelencia para mantener vigente su registro, por lo que su modus operandi muy difícilmente sería modificado, inclusive no le resultó indiferente la invitación para unirse al Frente Amplio Opositor hacia 2018.
En el mismo confort se encuentra el PT, pues a pesar de su doctrina izquierdista que lo mantuvo aliado al PRD en las elecciones de 2006 y 2012, se ha caracterizado por tener un historial de alianzas de «sabores y colores» con Acción Nacional, como en 2016, con quien ganó el estado de Puebla, y en Aguascalientes y Chihuahua con el PRI, junto al Panal y el PES; contrastante con su unión a Morena para el siguiente junio.
En contraste, Movimiento Ciudadano, un partido afín con el PRD desde 2006, recientemente descartó alianzas y ahora piensa competir sin unidad por Jalisco durante el siguiente año, acción que connota una intención del instituto político por, al menos a nivel estatal, buscar romper las cadenas de tal coalición.
A la inversa, Nueva Alianza y Encuentro Social han destacado por competir la presidencia con candidatos propios, contrario a las alianzas que acuerdan en estados, se jugarán su futuro en 2018, por lo que tendrán el resto del año para pensar si realmente irán solos; sin embargo, en caso del PES, su líder se ha pronunciado por no incluirse en el frente opositor, al que califica de ser un proyecto que únicamente se queda en buenas intenciones.
Por: Edgardo V.L
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