Su nombre de esclava, como ella lo denominaba, era JoAnne Deborah Byron Chesimard, fue activista del Partido Pantera Negra en Estados Unidos, que ejerció resistencia contra la opresión racial que, a la fecha, sigue predominando en ese país y en otros rincones del mundo, incluido México, con la invisibilización de los pueblos indígenas.
Su nombre de esclava, como ella lo denominaba, era JoAnne Deborah Byron Chesimard, fue activista del Partido Pantera Negra en Estados Unidos, que ejerció resistencia contra la opresión racial que, a la fecha, sigue predominando en ese país y en otros rincones del mundo, incluido México, con la invisibilización de los pueblos indígenas.

Fue acusada sin pruebas suficientes por diversos delitos, que van desde el robo a mano armada, el atraco a bancos, el secuestro y el homicidio de policías estatales.

Durante sus procesos penales, fue torturada y golpeada. En 1984, Cuba le concedió el asilo político, donde reside desde entonces, y desde donde escribió el libro: Assata Shakur. Una autobiografía, en el que cuenta tanto sus experiencias de niña, como la tortura que vivió mientras era sometida a varios procesos judiciales.

El 2 de mayo de 2005, el FBI agregó su nombre a la Lista de Terroristas, ofreciendo una recompensa de un millón de dólares.

A continuación, uno de sus poemas más peligrosos:

A mi madre

Assata Shakur

A mi madre,

que se ha tragado el sueño amerikano

y se ha ahogado en él.

A mi madre,

cuyos sueños han luchado entre ellos

y han muerto.

Que ve,

pero no puede soportar ver.

Un volcán que come su propia lava.

A mi madre,

que no pudo convertir

el infierno en paraíso

y se echó la culpa.

Que siempre ha visto

reflejado en su espejo

un patito feo.

A mi madre,

que no exige nada a nadie

porque piensa que no puede permitírselo.

Que piensa que su dinero habla

más alto que su feminidad.

A mi brava madre,

que siempre

se ha ocupado de todo.

Que nunca se ha deslizado

perezosamente a dormir

pensando «él se ocupará».

Ha urdido tanto,

que a veces ha urdido contra ella misma.

A mi dulce, tímida madre.

Que no está cómoda con la gente

porque no sabe cómo ser falsa,

y tiene miedo de ser auténtica.

Que ha suspirado con jardines esculpidos

cuyo tiesto

muere lentamente en el alféizar de la ventana.

Todos hemos sido infectados

por una enfermedad

que puede rastrearse

hasta el lugar donde nos subastaron.

No debes sentirte culpable

por lo que nos han hecho.

Sólo los fuertes se vuelven locos.

Los débiles se dejan llevar.

Y lo que pensé que era crueldad,

entiendo que era miedo

a que otras manos, más fuertes que las tuyas,

y más blancas que las tuyas

estrangulasen mi joven vida

hasta el olvido.

Madre, estoy orgullosa de ti.

Te miro y veo la fuerza

de nuestra gente.

Te he visto luchar

en la oscuridad

mientras el mundo te golpeaba en la espalda,

arrastrando tu presa de vuelta a nuestra guarida.

Sacando tus pucheros y sartenes

para cocinarla.

Fregona en una mano,

lápiz en la otra

evaluando mis deberes

con tu amor.

Los heridos no tienen la culpa.

Deja que la culpa caiga sobre los que hieren.

Deja atrás el pasado,

donde corresponde,

y ven conmigo

hacia la mañana.

Te quiero, mamita,

porque eres preciosa,

y yo soy la vida que emana de ti

parte árbol, parte hierba, parte flor.

Mis raíces son profundas.

He sido bien alimentada.

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