Los cubrebocas son comprados y repartidos entre la población más vulnerable.

Los cubrebocas son comprados y repartidos entre la población más vulnerable.  

 En medio de la crisis sanitaria que vive el país a consecuencia de la pandemia de COVID-19, son múltiples las acciones que la sociedad está tomando para reducir el riesgo de contraer el virus.

Ejemplo de lo anterior son los cientos de emprendedores que están buscando el lado positivo a la pandemia y a través de la venta de cubrebocas y caretas están consiguiendo sobrellevar la cuarentena y la falta de empleo para miles de personas.

Sin embargo, no son los únicos que están ayudando a respetar la Jornada de Sana Distancia, pues desde el Centro de Prevención y Readaptación Social Santiaguito, en el Estado de México, las reclusas están elaborando miles de cubrebocas semanales. 

De acuerdo con la directora de Plan B, Tatiana Ortiz Monasterio, son 30 las reclusas que diariamente, desde las 09:00 horas, inician con la fabricación de los 7 mil 500 cubrebocas que se proponen entregar cada semana.

Las reas trabajan desde lo que antes era el taller de costura, y a decir de Ortiz Monasterio, su labor cumple una doble función, pues los cubrebocas son comprados por empresarios o funcionarios que los reparten entre la población más vulnerable, el dinero es repartido entre las reclusas y así se contribuye con las autoridades a disminuir el número de contagios por COVID-19.

HOY NOVEDADES/EDOMEX