Por Cecilia Ramírez

En el contexto donde se han suscitado intentos de rapto en plena metrópolis ―en el sistema de transporte colectivo y sus alrededores―; donde hay «n» cantidad de desaparecidas, «n» cantidad de feminicidios, se da a conocer ―gracias a las redes sociales y su alta difusión― una ola, ¡qué digo ola, un tsunami! de relatos cuyas protagonistas son mujeres que han sido violentadas y han sufrido el susto de sus vidas, debido al intento de secuestro por parte de malandrines que amedrentan con palabras altisonantes y, a veces, con un arma amenazando la integridad física.

Y es que hace mucho que dejó de ser un secreto a voces, para ser un acto bien conocido y a voz alta, que la trata de personas, los secuestros y los videos e imagenes donde se proyectan abusos son un negocio bien redituable.

En el caos de esta situación, hay hipótesis que dicen que el objetivo de estos hechos es el de difundir miedo, generar terror entre la población femenina, estas son teorías ante hechos fehacientes: la desaparición y el asesinato de miles y miles de mujeres que inundan las redes sociales, y es que no podrán negarlo, es el pan de cada día, nos vamos a dormir con una o varias alertas Amber y nos despertamos con la noticia del hallazgo de cuerpos violentados.

Tal vez esas hipótesis sean ciertas y todo esto busque que el pánico se vuelva una pandemia y las mujeres volvamos a las ocho de la noche a nuestros hogares a realizar actividades «propias de nuestro género», calladas, sumisas, con miedo, con temor a ser libres, sintiéndonos a salvo solo bajo la protección de un macho alfa, de uno capaz de protegernos de los peligros de la calle, pero incapaz de protegernos de los peligros de su propio puño psicológico o físico.

Y que no haya malentendidos, no estoy generalizando, no digo que todos, absolutamente todos los hombres sean violentos o machos, me consta que hay una gran cantidad de hombres inteligentes que han derribado un montón estructuras «tradicionalistas», mi respeto, admiración y reconocimiento a todos ellos. Pero también he tenido el infortunio de conocer a tantos hombres que pregonan en sus muros de Facebook ser los héroes que han de salvar a las mujeres de estos raptores y por mensaje privado amenazan a sus exparejas, a las madres de sus hijos, son los que ofenden y degradan a otras mujeres por conceptos tan obsoletos y tan diminutos como su pensamiento crítico.

Sepan que, si ese es su gran objetivo, mantenernos aterrorizadas, les ha salido el tiro por la culata.

Las mujeres estamos construyendo una red de solidaridad sin precedentes. Nos están haciendo fuertes y valientes (cuando desde niñas nos enseñaron a ser perfectas y a los niños a ser valientes). Nos están haciendo fuertes y los vamos a acabar. Nosotras somos más.

Así que, con cada asesinada, secuestrada, desaparecida, violada, se muere un poquito de mi alma, pero nace y crece el valor en mí y en un montón más. Mi alma se regenera y mi audacia aumenta; aquí, el único que llega a su fin es el macho, el violador, el raptor, el secuestrador y el asesino.