«Las mejores personas poseen sensibilidad para la belleza, valor para enfrentar riesgos, disciplina para decir la verdad, capacidad para sacrificarse. Irónicamente, estas virtudes los hacen vulnerables; frecuentemente se les lastima, a veces se les destruye».
Ernest Hemingway
La ilusión sigue intacta y mientras más se tarden los verdes en pasar de octavos de final ésta crecerá cada vez más. Ahora, en Rusia, la esperanza de una victoria sobre Brasil se hizo un poco más grande por el acontecimiento político que ocurrió el domingo, que muchos tomamos como un impulso, tal vez infundado, pero que se convirtió en un condimento por el cual creímos, más que nunca, en llegar al quinto partido.
Ese juego se ha vuelto una fijación, es paraíso e infierno. Durante cuatro años es el anhelo, la tierra prometida la cual hemos llegado a pisar solo por un momento para ser exiliados de todas las formas posibles: en 90 minutos, en tiempos extra y en penales. Ya sea por un golazo, un penal mal marcado o la fatídica relación histórica que tenemos con el manchón ubicado a 11 pasos de la portería, nuestra selección no puede volver al quinto partido, el cual solo ha podido jugar en 1986 como anfitrión.
Es evidente que se trata de un tipo de maldición multifactorial que, sin embargo, tiene su génesis en que los dueños de nuestro futbol priorizan el dinero por encima de lo deportivo. Si bien tenemos una liga competitiva, los extranjeros y naturalizados les quitan lugares a los jugadores mexicanos. En este sentido, hay otro elemento: no siempre llegan a primera división los jóvenes con más aptitudes sino los que pueden solventar económicamente el trayecto al profesionalismo. El deporte más capitalista del mundo tiene restringido el acceso para los pobres en México.
Esta peculiaridad pareciera nimia, pero no lo es, porque los filtros para ser profesional deberían de tener como máximo requisito la calidad por encima de cualquier otro. Es inconcebible que se le pida dinero a un joven para poder progresar dentro de su club.
Pero qué es lo que pasa en el campo cada cuatro años que impide jugar los cuartos de final. Hace una semana en Samara los mexicanos exhibieron su incapacidad para reaccionar cuando reciben un gol, se nublan y el estilo de juego desaparece. Cada que está abajo en el marcador esta selección no sabe cómo responder con argumentos futbolísticos. Lo que no les podemos reprochar es su disposición y entrega, todos corren y se exigen al máximo. Pero eso no basta cuando se busca ser una de las mejores ocho selecciones del mundo, para eso se necesita más.
Pasó lo mismo en los octavos de final de 1998 contra Alemania, en los de 2002 contra Estados Unidos, en los de 2010 contra Argentina y en los de 2014 contra Holanda.
En Rusia México jugó ante Alemania tal vez el mejor partido en una Copa del Mundo, aunque después nos dimos cuenta de que se trataba de la peor Alemania en mundiales. Eso no quita la gran exhibición mexicana: un equipo maduro, enfocado y con idea futbolística. Contra Corea, se jugó de forma similar. En ambos partidos no recibió gol. Pero contra Suecia cayó la anotación de los europeos y apareció la frustración. El mismo equipo que jugó de forma tan sólida y nos ilusionó, días más tarde jugó como equipo «llanero».
Complejo de inferioridad no es, esta generación de futbolistas mexicanos ha demostrado en 2005, en Lima, y en 2012, en Londres, que pueden ser ganadores. Se trata de no saber sobreponerse a un escenario adverso y una barrera que se ha convertido en una obsesión. España pasó por algo similar, no pasaba de cuartos de final en mundiales hasta que llegó el 2010 y se quitó las telarañas mentales para ganar la copa. Esperemos que en algún momento a la selección mexicana le llegue su «Sudáfrica» y se asuma como un conjunto capaz de dominar sus emociones y sobreponerse a las adversidades propias de un juego tan cambiante como el futbol.
Tal vez el clasismo que envuelve nuestro futbol sea la clave. Tal vez aquellos que viven en una zona de confort y reciben todo en bandeja de plata no son aptos para esta misión, tal vez los indicados sean aquellos que poseen «valor para enfrentar riesgos», «capacidad para sacrificarse», los que usan el transporte público y sufren día a día para sobresalir en la vida. Lástima que de esos casi no hay en primera división, a ellos como diría Hemingway, «frecuentemente se les lastima, a veces se les destruye» en el futbol mexicano.
Por: Gustavo «El Displicente»
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