Como cada año, el fin del invierno trae consigo, además del inicio de la primavera, la conmemoración del natalicio de Benito Juárez García, presidente al que los libros de texto gratuito de la Secretaría de Educación Pública han mostrado desde hace varias generaciones como el presidente emblemático de nuestro país, por encarnar el sentimiento de superación de muchos connacionales, al ser un indígena que llegó a la silla presidencial.

Muchos de nosotros repasábamos las lecturas sobre este personaje en las clases de historia de la escuela primaria y secundaria, con el objetivo de memorizar los datos como su fecha de nacimiento, formación académica, así como las acciones políticas en las que participó, resaltando la batalla del 5 de Mayo en Puebla o el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo. Pero, ¿Qué hay detrás del protagonista de los billetes de veinte pesos?

Nacido el 21 de marzo de1806 en San Pablo Guelatao, Oaxaca, Juárez estuvo mayormente influenciado por la masonería, y se desarrolló más cercano a las élites liberales que a la raíz indígena, de la cual incluso se avergonzaba. Así que el presidente que conmemoramos por ser un tierno ovejero, rechazaba sus orígenes y la sangre prehispánica que, junto con otros genes, recorre el cuerpo de los mexicanos.

Con la llegada de Maximiliano al gobierno, Benito huyó de la capital y buscó el apoyo del gobierno estadounidense, para legitimar el gobierno juarista ante la comunidad internacional, a través del Tratado McLane Ocampo, considerado como violatorio de la soberanía nacional, al permitir el acceso de los militares norteamericanos al país y ceder, a perpetuidad, el paso por el Itsmo de Tehuantepec, zona estratégica que siempre ha estado en la mira de los gringos.

El entonces presidente estadounidense, James Buchanan favorecía a Juárez y estaba dispuesto a pagar 4 millones de dólares por los beneficios que obtendría en territorio mexicano. Esa suma sería usada por Juárez para financiar la guerra contra el Partido Conservador que apoyaba a Maximiliano.

Evidentemente, este tipo de acuerdos difícilmente habían sido consultados al pueblo mexicano, si bien el discurso de Juárez buscaba sacar a los «invasores» franceses del territorio nacional, se estaba dando la entrada a los invasores norteamericanos.

Aunque dicho tratado no fue ratificado, ayudó a la derrota con los invasores; sin embargo, ni siquiera el restablecimiento de la República ni el asesinato de Maximiliano traerían al pueblo de México los bienes que los liberales proclamaban, al contrario.

Oculta detrás de la máscara liberal de Benito Juárez se escondía el interés de las élites por retomar el control del territorio nacional; las famosas «Leyes de Reforma», en realidad no sólo pretendían un Estado «laico» que quitó propiedades a la Iglesia, sino que también sirvieron para el despojo de las tierras comunales de los pueblos indígenas, por medio de la desamortización y no las recuperarían hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas y, posteriormente, en 1992 las volverían a perder bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

BALDEMAR FLORES

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