El día de hoy que se conmemora el 64 aniversario del voto femenino en México, es pertinente dar un breve repaso a un artículo de opinión, escrito en el periódico Novedades y publicado el 2 de octubre de 1968, mismo que brinda un análisis sobre la importancia de la integración de las mujeres a la vida política nacional a través del sufragio.
También es vital regresar a este texto de hace casi 50 años, no solo para conocer cuál era la visión de este importante suceso, sino para contrastarlo con lo que se vive en la actualidad, en una sociedad que tiene ahora mayor acceso a la información que antes.
Para finalizar esta breve introducción, es necesario apuntar que hasta ahora, de acuerdo con lo ilustrado por la web Actitudfem.com, tan solo 5 mujeres han buscado la presidencia de México: Rosario Ibarra de Piedra en 1982 y 1988; Cecilia Soto González en 1994; Marcela Lombardo Otero en 1994; Patricia Mercado en el 2006; y Josefina Vázquez Mota en 2012, lo que nos arroja una pregunta importante: ¿cómo se puede integrar de forma plena a las mujeres a la vida pública para que tengan una mayor participación como tomadoras de decisiones?
Sin más, aquí el texto del Fray Jaime Morales, al que tuvimos acceso a través de la Hemeroteca Nacional de México:
LA MUJER EN LA POLÍTICA
Por Fray Jaime Morales
«La política le queda a la mujer como un par de pistolas le quedarían a Jesucristo». Esta opinión apareció recientemente en un matutino. Revela el concepto, de quien lo expresó y de un numeroso grupo de personas, acerca del papel de la mujer en la política; para ellos, la política no es, decididamente, para la mujer. Le queda grande. La política ―comentaba una conferenciante en una reunión de estudiantes―, no distingue sexos. Tanto los hombres como las mujeres pueden y deben intervenir en ella. De hecho ―corroboraba la mencionada conferenciante, y al mismo tiempo interpretaba el sentir de muchas mujeres―, México concede ya el voto a la mujer; tenemos mujeres diputadas y contamos con mujeres que jueguen un papel determinante en el gobierno de la patria. Existe, finalmente, un tercer grupo que mira con indiferencia el hecho de que la mujer se mueva dentro de la política o permanezca al margen de ella. Si puede, que intervenga; si no, que se dedique a menesteres más hogareños.
La intervención de la mujer no sólo en la política sino en casi todos los campos de la vida, es una realidad palpable y creciente. Sin embargo, el hecho se presenta como una paradoja, por un lado, la mujer ya tiene un papel en la política de la nación; pero, por otro, existe cierto recelo acerca de los resultados. ¿Es, pues, la mujer para la política?
El mundo entero se ha liberado en gran parte de los resabios de una tradición que mantuvo a la mujer, por siglos y siglos, en un segundo plano. Se la llegó a considerar desposeída de alma racional; se la equiparó a los animales; fue vendida en los mercados en calidad de esclava; permanece todavía con un mínimo de libertad en muchos lugares. Se trata de un fardo que ha venido cargando la humanidad y, a pesar de los puntos alcanzados en torno de la promoción de la mujer, la meta sigue presentándose muy distante. Todo esto continúa influyendo en el tema en cuestión.
Cuando se ha otorgado a la mujer una participación en los asuntos políticos de un país, no se le concede un privilegio; la mujer reivindica un derecho. Tiene la capacidad intelectual, como lo ha demostrado, de alcanzar cimas como las de los próceres más afamados. Es cierto que existen tareas vedadas para ella, por razón de su misma naturaleza, especialmente en todo aquello que tiene que ver con la fuerza física. Pero en relación con las capacidades requeridas para la política, no existen diferencias radicales entre hombres y mujeres. Se alega con frecuencia la psicología de la mujer como un obstáculo para su actuación serena ante la vida. Sin tratar de negar los rasgos característicos de la psicología femenina que si conducen a la mujer a actitudes determinadas, oponemos que la educación encausa y pule cuanto pueda interferir una conducta serena. En suma, ni la naturaleza ni la dignidad femeninas están en oposición con la política, en su mejor sentido.
Existe, por otra parte, un testimonio, valioso y reconocido por proceder de un eminente pontífice de la Iglesia Católica, acerca del papel de la mujer en el mundo actual. Sus palabras son las siguientes: «No sería razonable que en la gran familia humana se encontrase a sus anchas, incluso en lo que concierne a la vida sicológica, solamente una parte de dicha familia humana: los hombres. Como quiera que el sentimiento de la mujer tiene una gran parte en la familia y a menudo determina el curso de ésta, deberá operar, y en más vasta proporción, en la vida de la nación y de la humanidad misma»,
México, octubre 2
HOY NOVEDADES/LIBRE OPINIÓN