Llorando en una piedra estaba Anaya,
pensando en el futuro incierto del PAN,
pasaba por ahí la Calaca, quien le propuso un plan.
―Acepta a Margarita de regreso, verás que no falla,
deja de robar y no metas la pata.
Que no falta quien se quiera pasar de gandalla.
―Qué buena amiga eres, mi estimada Huesuda.
Sé que tú no crees que mi riqueza es absurda.
¡Fuera el PRI!, que no quepa duda…
¡Ay!…, pero quiero la presidencia, Calaquita.
¿Qué haré con el cacique poblano panista?
¿Cómo le apago el brillo al Sol de la Barrales?
¿Acaso sí figuro dentro de los presidenciables?
César J.G.