AMLO, 30 años de marginación política
AMLO, 30 años de marginación política. Foto: Especial

De la Corriente Democrática a la consumación de Morena.

Actualmente, Andrés Manuel es considerado uno de los referentes políticos más importantes del país, no obstante ha sido constantemente marginado por el poder.

La democracia en México, desde el inicio de este siglo, ha marginado a un personaje por no amoldarse a los cánones establecidos por quienes han ocupado la silla presidencial. Su peculiar forma de expresarse, de hablar de sí mismo, de vestirse e inclusive su color de piel, han provocado tanto aprobación como repudio de la sociedad mexicana.

Por más que las casas encuestadoras defiendan su labor en el cálculo de la intención del voto y la fiabilidad de sus parámetros de medición, deben aceptar, antes que nada, que sus resultados se utilizan para dos situaciones opuestas: promover a un candidato o degradar la imagen del aspirante con base en la repetición y el hacinamiento.

Un ejemplo del primer caso es la campaña audiovisual de Ricardo Anaya que coloca al candidato cerca del puntero de las encuestas, usando datos que Verificando 2018 ha señalado como engañosos. De esta manera, aunque la información sea incorrecta, sirve para persuadir a la ciudadanía de que la preferencia por este candidato va en aumento.

Caso contrastante fue ejecutado contra Obrador en los procesos electorales pasados. En un inicio, el tabasqueño se encontraba a la cabeza y conforme avanzó el periodo de campañas, su popularidad en las encuestas se vio mermada.

Si bien esto se debe a características propias del aspirante que le prohíben cerrar la boca cuando es necesario, los medios y casas encuestadoras tenemos vela en ese tema.

Ahora, las encuestas a millenials señalan que la intención del voto en favor de quien fuera el mandatario capitalino del 2000 al 2005, va en aumento, colocándose en un 51 por ciento, 22 puntos por encima de Anaya; el diario El País lo posiciona con un 78 por ciento de posibilidades de llevarse las elecciones; la encuesta más reciente, publicada por Parametría lo coloca con 38 por ciento de afinidades electorales, 18 puntos por arriba del aspirante del Frente.

Muchos colegas periodistas hicieron público su sentir respecto a las elecciones de 2012, señalando que, en aquel entonces, AMLO no deseaba el triunfo, o no como en 2006. Las elecciones pasadas fueron marcadas por el descontento de un sector importante de la población que realizaba manifestaciones denominadas «antipeñanieto» y, aun así, este se convirtió en presidente.

En aquel 2012, la movilización y la protesta no fueron debidamente utilizadas por el hoy puntero de las encuestas, situación que en esta ocasión ha manejado de distinta manera y que puede revertir el resultado de los comicios en curso.

En 2006 la situación fue distinta, López Obrador se aferró tanto a la victoria que se promulgó el «presidente legítimo de los Estados Unidos Mexicanos», se enlazó tanto a esta idea que convocó a defender el voto con plantones en Paseo de la Reforma, en la capital del país, lo que significó una medida desesperada para que «el tigre» no rugiera ante el fraude conocido, olvidado y solapado.

Algunos más, piensan que los pactos y alianzas que le hicieron falta para ganar en aquel entonces, los realizó en este 2018, pero al mejor postor, con los primeros que se encontró, sin pensar objetivamente en el proyecto que entregaría a sus seguidores, sin valorar el voto de quienes vieron en él una opción de centro-izquierda, que ahora ha virado hacia la derecha.

Está claro que, por ahora, solo busca captar el voto furtivo que aún permea, pero el costo que enfrentará para refrendar el apoyo de sus antiguos seguidores, aquellos que iban tras el Movimiento de Regeneración Nacional y no del líder, podría ser costoso y de hecho, se antoja imposible.

Hay quienes señalan que Obrador está en la historia de México, ubicándose como un caudillo, es decir, un hombre que encabeza algún grupo, comunidad o cuerpo, y que, en realidad, su finalidad es ser algo así como un «marginado del poder», a quien nunca se le permitió ocupar la presidencia; de esta forma, se le conceptualizaría como un ideal de aspiración, algo así como lo que sucede hoy en día con Luis Donaldo Colosio.

Cuando un perro persigue un automóvil, su mirada furiosa se alberga en la llanta delantera, casi siempre, pero es difícil imaginarse lo que el animal le haría al caucho en caso de que pudiera alcanzarlo. Esto es, la idea de que Obrador alcance la victoria el 1 de junio, pero no encuentre la forma de aprovechar la oportunidad que la ciudadanía le ha dotado.

Dando pie a las especulaciones, debe considerarse que los golpes mediáticos y de los grupos de poder que se ocultan en los partidos opositores a Obrador, podrían ser tan fuertes que el tabasqueño tendría que abandonar el cargo antes de lo esperado; claro,  si reivindica su revocación de mandato cada dos años como lo ha sostenido hasta ahora.

Si bien los empresarios de diversas partes del mundo se han manifestado en contra de su modelo económico, resultándoles más atractivo el establecido por Anaya y Meade, ambos candidatos son perseguidos por escándalos de corrupción de origen personal y partidista. Mientras que el queretano es señalado por lavado de dinero y sostiene un proyecto de innovación tecnológica en un país que se encuentra en segundo lugar en términos de mayor desigualdad dentro de las naciones que conforman la OCDE, el aspirante «ciudadano» del PRI enfrenta cifras como las expuestas en City Research, las cuales sostienen que el 63 por ciento de la población asocia a este partido con la corrupción y un 52 por ciento lo hermana con la impunidad, todo esto en un sexenio en el que el presidente, extraído de esta institución política, inspira un rechazo por más del 70 por ciento de la población.

Dicho lo anterior, no debería sorprendernos una extenuante campaña para acallar el frenesí obradorista, que en primera instancia ha planteado trastabillarlo, retándolo a debates para propiciar equivocaciones o, como lo señalé anteriormente, que el señor hable de más.

Los banqueros han manifestado su temor ante la posible llegada de AMLO a Los Pinos, sin embargo, fue el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), quien planteó la posibilidad de sentarse a debatir diversas cuestiones con él; debate que podría convertirse en una confrontación, pues ambas partes se caracterizan por la necedad, lo cual sería incrustarse en un «estira y afloja» del cual, quién sabe quién ―sin hacer promoción a su campaña― saldrá airoso. Todo esto, para hacer un balance en torno a lo que se ha planteado, disminuir el precio de los combustibles, echar atrás o revisar los contratos bajo los cuales se realiza el levantamiento del NAICM, etcétera.

La guerra sucia puede tornarse aún más nubosa y propiciar que, finalmente, el PRI, PAN Y PRD saquen a relucir su maquinaria electoral. Esto puede traducirse en violencia, intimidación, uso mediático de la mentira y del engaño.

Como lo mencioné anteriormente, AMLO tendría que romper con la simpatía de uno de sus aliados políticos, Encuentro Social, partido que pactó con él a cambio de profesar sus ideas que tienden a lo religioso, o bien con aquellos quienes votamos por él en elecciones pasadas y ahora nos negamos a entregarle nuestro sufragio a una coalición con tintes de derecha.

A grandes rasgos, la bandada que perseguía los discursos del tabasqueño ahora se transformará en una ola de críticas, de no ser así, entonces, aquellos seguidores adolecerían del mismo sentido de ciudadanía que criticaron en los seguidores o votantes de sus opositores desde los comicios de 1994 (Tabasco), 2000 (Distrito Federal), 2006 y 2012 (presidencia de México), con lo que solo se da fe de la indiferencia generalizada en nuestros procesos democráticos individuales y colectivos.

Mientras los candidatos permitan que Obrador continúe imponiendo la agenda mediática como lo hace desde hace unos meses, el crecimiento de este en las encuestas prosperará y la realidad el 1 de julio podrá hacer valer el dicho «la tercera es la vencida».

Por: César J.G.

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