Con el reloj corriendo a una endemoniada velocidad de crucero, México está a ya 362 días de distancia para la nueva sucesión presidencial, cuyo camino ha comenzado a adquirir forma luego de las elecciones estatales de 2016 y 2017, estas últimas celebradas el pasado fin de semana.
El panorama para las diferentes fuerzas políticas que buscarán alcanzar o mantener la silla en Los Pinos; llámese PRI, PAN, PRD (PAN-PRD), PT, Panal, Morena e independientes, está envuelto en una nube cargada de humo gris y fantasmas que habrán de revisarse a cuentahílos, pues entre cuajar alianzas, solucionar conflictos internos en los partidos o la errónea elección de un candidato, hacen de esto una espesa y caliente sopa de menudencia más.
Ahí tenemos a un Revolucionario Institucional que después de 12 años logró volver a Los Pinos, y ahora, entre reformas estructurales que han causado feroces descontentos en la población, llámese Educativa, Hacendaria y Energética, o casos sin resolver como Ayotzinapa o Nochixtlán, llegará con una carencia de liderazgos tricolores y un gabinete desgastado para elegir al pichón que los represente en 2018.
Sumado a que el año pasado perdió estados-joya como Veracruz y Quintana Roo, de acuerdo a las cifras del PREP, el «ahora sí» candidato del PRI por el Estado de México, Alfredo del Mazo, apenas supera por menos de dos puntos a la candidata de Morena en las preferencias electorales; situación que los pone en alerta roja, pues además de su histórico dominio en esa entidad, en las elecciones del 2000 y 2006, haber ganado la entidad mexiquense no fue suficiente para asegurar la presidencia.
En el caso del PAN y el PRD, mediante su modelo de alianza «Frankenstein» durante este sexenio lograron embolsarse varios estados tradicionalmente priistas, principalmente bajo el turno de Ricardo Anaya y Agustín Basave; sin embargo, para el Estado de México «la joya de la corona», la entidad más importante por contener la mayor cifra de electorado, la operación nunca se consolidó y trajo como resultado un tercer y cuarto lugar para ambas fuerzas en dicho estado.
Si el plan de ambos institutos políticos es contender en conjunto para 2018, entonces deben ocuparse a la de ya de revisar que el abanderado comparta la idea del chaleco blanqui-amarillo, lo que también tendrá por consecuencia que, entre el actual Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, el legislador Armando Ríos Piter, la exprimera dama Margarita Zavala o el exgobernador de Puebla Rafael Moreno Valle, por decir algunos nombres, tendrán que acordar quiénes se bajarán del tren.
Respecto a Morena, es más que claro quién será su candidato; sin embargo, el partido de Andrés Manuel López Obrador tendrá que contemplar si decisión correcta es continuar contendiendo sin alianzas o participar en coalición, esto luego del guiño lanzado por la actual líder del PRD, Alejandra Barrales, sobre la unión de las izquierdas para hacerse con la presidencia, después de 12 años en los que no lo ha conseguido, o pasar por un nudo como el que ahora viven con la elección en el Estado de México.
Finalmente, no hay que infravalorar el efecto expansivo que van adquiriendo las candidaturas independientes, en las que más de uno ha destapado sus intereses por ser presidente, entre los que destacan Emilio Álvarez Icaza, presidente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos o Jaime Rodríguez Calderón, quien logró ganar la gubernatura de Nuevo León por la misma vía.
El primer reto al que se enfrentarán, llámense partidos o independientes, será toparse en seco con aquellos segmentos de la población que han manifestado su hartazgo por la creciente corrupción, las graves violaciones a derechos humanos por parte del Estado, una desorbitada ola de delincuencia en todo rincón de México, entre otras problemáticas, que en conjunto vislumbran en la población una gran inconformidad hacia quienes gobiernan.
Por: Edgardo Velázquez López
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