Sin un crimen previsto, Miroslava Breach Velducea, corresponsal de La Jornada se sumó a la lista de periodistas asesinados en un territorio mexicano atestado de violencia, corrupción e impunidad.
Miroslava, como cada mañana, se preparaba para llevar a su hijo a la escuela, sin síntomas de miedo o intranquilidad, pues no había nada en el ambiente que la previniera de su muerte… de su asesinato.
El sujeto, con lentes y pantalón oscuros, chamarra verde, playera tipo polo color blanco y una gorra azul, caminaba desapercibido por las calles de la ciudad, pues aunque el crimen previsto tiene la característica de convertir el sonido de los pasos en el latido de un corazón delator, en la realidad estamos más propensos al descuido, a la sordera y a la distracción.
Nadie en sus cinco sentidos camina por las calles imaginando que el que se mueve a nuestro lado será un asesino y, en cualquier momento, accionará un arma; por eso sólo reaccionamos a la detonación que ya ha arrebatado el último aliento a su víctima.
Con esa seguridad que brinda la impunidad, el sujeto descendió de un vehículo Chevrolet Malibú color plata, modelo aproximado al 2008, con un alerón, y rines de aluminio, y fue captado minutos antes de que la periodista saliera de su casa, ubicada en la calle José María Mata, número 6909, esquina con Río Aros.
El sujeto ya esperaba el momento preciso para llevar a cabo un crimen que se ha sumado a la impotencia social y al miedo a expresar la verdad, y que podría mancharse, también, con la tinta de la impunidad.
Al sujeto no le importó que el hijo de Miroslava fuera el testigo de esa muerte política, de ese silencio requerido para el beneficio económico de otro que no concibe el concepto: «culpa».
Porque en México es fácil encontrar playeras valuadas en dólares, es sencillo juzgar las denuncias por acoso sexual, es «necesario» viralizar y señalar las posturas ideológicas de una adolescente de 16 años, pero es impensable poner un alto a la inseguridad.
Por un lado, las autoridades parecen guiar el rumbo del periodismo a un silencio evocado a disparos, un silencio amenazante que se puede evitar si no se publica lo que no es políticamente correcto, lo que no interfiera en los beneficios de algún aspirante a puestos políticos.
Y, por otra parte, el escrutinio social ha preferido el linchamiento mediático de sucesos virales en internet, porque, parece que ya ha normalizado los asesinatos de periodistas, la sangre que es derramada por el crimen organizado y la ineptitud de las autoridades que siguen gastando cantidades exorbitantes de dinero en cirugías plásticas, campañas políticas y viajes familiares fuera del caótico mundo surreal conocido como: México.
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