DUARTE: ENTRE LAS LEYES Y QUIENES LAS APLICAN

Recuerdo que la maestra Cristina, -una de las que más recuerdo por lo capaz, preparada y comprometida con su labor– tenía un hijo abogado, y solía contarnos el conflicto que tenía con él sobre si las leyes son justas o no.  Más que conflicto era un debate sobre la labor de aquellos que trabajan con  la ley. Porque Cristina creía firmemente en la respuesta que le daba su hijo sobre ese tema “las leyes son justas, quienes las aplican son los injustos”.

Esto viene a mi memoria cuando me pongo a pensar sobre el futuro del recientemente atrapado –y muy sonriente– Javier Duarte. La ley federal dice que ser partícipe de la  delincuencia organizada merece una pena de hasta 30 años; mientras que en el ámbito estatal por lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y mal uso del dinero público se aplican condenas máximas de 14 años por cada delito. Estaríamos hablando de que el exgobernador pasaría prácticamente el resto de sus días tras las rejas.

Ah pero ahí es donde nos acordamos del hijo de Cristina: ¿los injustos aplicarán la ley como se debe? Porque todo empezó mal parido. El gobierno de Guatemala dijo que Duarte entró a su país de forma ilegal, entonces por qué no lo expulsó o negó su ingreso, o por qué no dio aviso a su contraparte mexicana; y so lo hizo, por qué en México no se actuó y se pidió su deportación para ser procesado de inmediato. Pareciera que el plan era “atraparlo” después para pedir su extradición, situación que sólo aplica en personas que están en cualquier país de forma legal, si se supone que Duarte entró a la chueca” en territorio guatemalteco.

Un proceso de extradición puede tardar meses. Tiempo suficiente para pararse el cuello por la detención de uno de los hombres más funestos que han militado en el impoluto Partido de la Revolución Democrática –­suena tan bien, tan “apantallador” ese nombre, que si no lo conoces pensarías en una asociación comprometida con su labor–.

Y mientras el proceso legal está en marcha, el tricolor hará lo necesario para usar esto como un aliado electoral para seguir exprimiendo al Estado de México y continuar en Los Pinos. Que se las crea quien quiera, porque no se nos olvida que Del Mazo y Peña Nieto son tan amigos entre sí como lo son de Duarte; hace unos años lo alababan y ahora son los primeros en señalarlo, a estas alturas, tristemente, ya nada nos sorprende de los políticos mexicanos. Son el cinismo en su máxima expresión.

No queda más que esperar el paso del tiempo para averiguar si el sonriente exgobernador recibirá la pena que le corresponde o si las artimañas –o pactos previos– hacen de las suyas para que sólo se pase en prisión algún tiempo, mientras la opinión pública baja la intensidad y se olvida del caso. Así comprobaríamos la razón que tenía el hijo de Cristina sobre las leyes y quienes las aplican.

 

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