Por Eztli Yohualli
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México vive una crisis política muy profunda, no sólo por los constantes escándalos de corrupción visibles ―sobre todo, en tiempos de campañas electorales― sino porque al parecer, las teorías que usan nuestros gobernantes no son dictadas por los postulados democráticos, sino por el bien conocido juego gringo: Monopoly.
El Monopoly de Hasbro, diseñado por Charles Darrow, está basado en la compra-venta de inmuebles, no hay reglas que procuren los derechos de los habitantes de cada uno de los lugares ofertados, no son ni siquiera visibles y tampoco cuenta con leyes que impidan el enriquecimiento ilícito de una persona, por el contrario, ese es el objetivo principal, llevar a la bancarrota a tus contrincantes y poseer la mayor cantidad de billetitos de papel.
Quizá las reglas de Monopoly vayan más acorde con las necesidades y los beneficios que los políticos actuales requieren solventar. Esa podría ser la razón, por la que Javier Duarte decidió poner en marcha su gubernatura en Veracruz, el 1 de diciembre de 2016, con esta filosofía de los juegos de mesa. Lamentablemente, aunque la estrategia es necesaria, el azar también forma parte del famoso tablero de Hasbro, por lo que le tocó al exgobernador, perder todas sus propiedades, convertirse en prófugo y ser exhibido públicamente, tras su detención en Guatemala, durante el inicio de las campañas electorales por el poder del Estado de México, que como se especula, determinarán las presidenciales del 2018.
Mis argumentos para aseverar que Duarte estaba jugando al Monopoly son las innumerables propiedades que posee en varios rincones del mundo, desde México, Estados Unidos y España.
Para comenzar, de acuerdo con información de El Financiero, en México tiene una lujosa hacienda en Fortín de las Flores en Cordoba, también el Rancho Las Mesas en Valle de Bravo, un departamento en Polanco, otro en Lomas de Chapultepec, parcelas en Lerma de Campeche y dos departamentos en Ixtapa-Zihuatanejo por un valor de 1.5 millones de dólares cada uno.
En Estados Unidos, con algunas de sus tantas empresas fantasma, se deduce que tiene 11 propiedades de la empresa Azerco, 8 de la empresa Conexa en Miami y en las ciudades de Homestead y Cutler Bay en Miami Dade, y Rusnam, otro de sus gasparines, vendió 14 con un valor aproximado de 120 mil y 200 mil dólares. Además, se daba el lujo de compartir propiedades y realizar pagos adelantados por hospedaje en el hotel St. Regis en Nueva York, con un valor de 200 mil y 400 mil dólares.
En Madrid, Duarte, el representante del Monopoly mexicano, cuenta con un departamento que alcanza un valor de 400 millones de pesos.
Esto es lo que el antipático y bonachón exgobernador de Veracruz, logró adquirir, en cuanto a propiedades se refiere, durante su inconcluso sexenio, pues aún faltan los millones de dólares que acumuló con transferencias, prestanombres y lavado de dinero.
Este es el modelo político del México actual, en el que un exgobernador prófugo, viejo amigo del actual presidente Enrique Peña Nieto, no corre con la misma suerte que sus contrincantes y el azar le juega la mala partida de ser detenido en Guatemala, en pleno inicio de las campañas electorales por el Estado de México. Quizá si, como su esposa, escribe mil veces: Merezco la libertad, lo volvamos a encontrar en algún recuadro político más adelante, aunque también puede apelar a la mala memoria del mexicano o tendrá que sacrificarse por el bien de su viejo partido político: El PRI.
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