La violencia crece en el país casi al mismo tiempo que el desprecio por las instituciones federales
«Venimos a limpiar todo el municipio de estas lacras, extorsionadores, secuestradores y mata inocentes»: CJNG.
No sin terror, descubrimos un video en el que elementos armados y equipados cual miembros del Ejército mexicano (o mejor) interrogaban al «Tony», perteneciente al Conjunto Sombra, aliado de José Antonio Yépez «El Marro», quien dirige la organización criminal denominada como Cártel de Santa Rosa de Lima, en Guanajuato.
Si bien las imágenes en sí son ya fuertes —un hombre casi desnudo custodiado por una decena de militares revela a cuantas personas ha matado, por órdenes de quién y cómo es que los ultimó—, días después aparecieron 16 cuerpos colgados y esparcidos a lo largo del Boulevard Industrial, en Uruapan Michoacán. La similitud en ambos casos recae en los firmantes del crimen: CJNG.
Aunque no sorprende la presencia del CJNG, ni la de violencia emanada de dicha organización, sí lo hace el discurso de los encapuchados que aparecen en el video: «venimos a limpiar todo el municipio de estas lacras, extorsionadores, secuestradores y mata inocentes».
No es la primera vez que el cártel amenaza con acabar con «esas lacras», como tampoco se trata de una situación especial del estado de Guanajuato, en meses pasados también circuló un video en el que el CJNG afirmaba tener presencia en la Ciudad de México, en la delegación Gustavo A. Madero. El mensaje fue el mismo: acabar con todos aquellos que están atentando contra la población inocente.
Lejos de la amenaza y el mensaje para dejar en «paz» a los inocentes, destaca la simpatía con la que se afronta un tema tan frecuente en el país. Esos uniformados no solo portan la imagen del velador del pueblo (parecen militares, quizá lo sean), también asumen esa postura y castigarán a quien lo lastime, poseen las armas y el personal para lograrlo, solo piden —casi de manera implícita— que sea la sociedad quien los apoye.
Sustentados en decenas de expresiones visuales y auditivas que hacen apología a la violencia, la sociedad mexicana comienza a confiar en las organizaciones criminales para velar por su seguridad: no se denuncia a un conocido, mucho menos a un familiar, que decir de alguien que pavimentó las calles o repartió comida, dinero y trabajo. Esperemos que los recibos por el costo de sus servicios jamás llegue a nuestras manos.
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