En política no existe la vía libre, eso una mentira, todos aquellos que dedican su vida a buscar espacios de poder deben lealtad hacia su instituto o hacia el personaje que los impulsó, de ahí el término de “padrino” o “madrina” que como buenos estrategas y con la audacia de viejos lobos políticos, pedirán la muestra de su lealtad en algún momento.
Las reglas no escritas permiten que aquellos con la ambición suficiente tengan margen de maniobra y sigan la línea marcada o atenerse a las consecuencias; hoy hay dos casos en la escena política de este hecho: el primero es el desayuno en palacio nacional, en el que presidente Andrés Manuel convocó a los legisladores morenistas más las bancadas aliadas a un desayuno en el que los congresistas presumieron en redes la convivencia y la austeridad del menú ( pan,jugo y fruta) pero que en el trasfondo fueron llamados a seguir la línea presidencial ¿quién le dice que no al jefe mayor?.
El segundo caso viene sobre la detención del exdirector de PEMEX en España, Emilio Lozoya, al que su instituto político, el PRI, el cual atraviesa la peor racha de su historia y que por obvias razones decidió darle la espalda, ha exigido solamente a través de un breve comunicado que se le dé el debido proceso, aunque en la realidad este instituto está tomando las medidas para proteger la imagen del partido de un probable escándalo de corrupción que toque las piezas fundamentales del PRI destapados por Lozoya, al final lo han abandonado, al final, un hombre traicionado por su instituto solo se debe lealtad a sí mismo.
La delgada línea de la lealtad en política está definida por lo intereses de ambas partes y eso da muestra de lo endeble que son las instituciones de nuestro sistema político, pues al final, lo que pesa siempre, son las reglas no escritas.
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