Con la resolución del Tribunal del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) que valida a Alfonso Ramírez Cuéllar como dirigente nacional de Morena, se abre una nueva etapa dentro del partido que había estado rayando en la anarquía, por los intereses de las diferentes facciones en tomar el control del instituto político más importante e influyente del país.

Lo que ocurre en Morena no debería ser nuevo para quienes migraron del PRD, allá era común la lucha interna por el control del partido y lo hacían abiertamente en lo que denominaron corrientes de opinión, pero que en el colectivo todos conocían como tribus, lo mismo ocurre en mayor o menor medida en los demás partidos, el problema está que en Morena se vendió distinto: lo movía el cambio del país y no el interés político, cosa que lamentablemente no ocurrió.

Para el presidente la formación de este partido no fue más que el vehículo para su aspiración política y quitarse el lastre que significaba buscar otra vez la candidatura en el PRD; después de su victoria, Morena pasó a ser lo más importante de lo menos importante dentro de su administración, lo que lo llevó incluso a decir que abandonaría su militancia sino resolvían sus problemas internos de manera civilizada.

Con el nombramiento de Ramírez Cuéllar se abre una vida interna con frentes ampliamente abiertos; Yeidckol Polevnsky ya tomó postura y acusó sin tapujos al senador Ricardo Monreal de presionar a los magistrados, diciendo que son órdenes directas del presidente, asimismo mandó a investigar para saber, en palabras textuales de la expresidenta, «quien empinó a los magistrados».

Tal vez este instituto político se enfrenta a la perredización o peor aún, al gran fracaso del proyecto que Andrés Manuel les encomendó, sólo el tiempo definirá el futuro de los auto llamados «La esperanza de México».

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