Orgía deportiva.
Ayer fue la presentación del nuevo seleccionador nacional. Oriundo de Rosario, ciudad porteña de origen obrero pegada al río Paraná que se divide entre canallas y leprosos. Donde se encuentra el Monumento Histórico Nacional a la Bandera en honor a Manuel Belgrano, quien en 1812 izó por primera vez la bandera de Argentina. Dentro del árbol rosarino de apellidos ilustres se encuentran Fontanarrosa en la rama literaria, Páez en la musical, Guevara en la revolucionaria, y Menotti, Bielsa y Messi en la futbolera.
Se trata del argentino Gerardo Martino, quien cuenta con una experiencia de dos décadas como director técnico y un currículum más que atractivo, dirigió a los clubes Almirante Brown, Libertad, Cerro Porteño, Newell’s Old Boys, Barcelona y Atlanta, mientras que a nivel de selecciones ya estuvo al frente de Paraguay y Argentina. Con el combinado paraguayo logró llegar a cuartos de final del mundial Sudáfrica 2010, en donde fue eliminado por España, a la postre campeón, también llegó a la final de la Copa América de 2011, donde perdió con Uruguay. Con la selección de su país obtuvo dos subcampeonatos más de este torneo, cuando Chile se impuso en las ediciones de 2015 y 2016.
Es decir, se trata de un tipo preparado y capaz. Medir su trayectoria como entrenador con base en los títulos ganados podría resultar simplista y apegado a la cultura del «exitismo» que tanto daño le hace al trabajo realizado y a la parte de la sociedad que le rinde pleitesía. Como dijera Juan Villoro: «la auténtica meta es el camino».
Como era de esperarse, Martino fue cuestionado en su presentación sobre el quinto partido. El rosarino se subió al tren por el que ha viajado el futbol mexicano durante los últimos años y le dijo a la prensa quería oír, redactar y publicar hoy: «Quiero jugar el quinto partido del Mundial». Para ser sincero creo que no debe ser prioridad que la selección juegue los cuartos de final en Qatar 2022, la importante debería ser que se busque la consolidación de un estilo.
En la presentación los directivos mexicanos Guillermo Cantú y Yon de Luisa hablaron de trabajo de cara al próximo Mundial. No está mal el discurso, si bien las metas deben estar, lo prioritario debería de ser crear una identidad deportiva en las selecciones nacionales. Que desde la sub-16 hasta la mayor se tenga una filosofía deportiva que potencie la idea de juego que más le convenga a las aptitudes del futbolista mexicano.
El rosarino habló de estilo. Su forma de juego sedujo a los dueños del futbol en el país. Pero de qué sirve tener una forma de entender el futbol distinta cada ciclo mundialista. Hace cuatro años llegó Juan Carlos Osorio y trató de implementar su tan cuestionados método y forma de ver el juego. Se fue y ahora llega Martino. El colombiano, a su manera, hizo su trabajo. Ahora el argentino hará en el campo las cosas a su modo, sin importar cuanto diste de lo que su antecesor pregonaba. Esa no es la forma. Lo ideal sería que el que llegara, se llamara como se llamara y viniera de donde viniera, trabajara con un modelo ya establecido y que siguiera un patrón de juego ya definido.
Martino viene a México a trabajar con profesionalismo y entrega. No hay lugar donde haya estado en el que no dé buenas referencias de su trabajo. Desafortunadamente se va a topar con la realidad que envuelve al futbol nacional. Partidos amistosos en Estados Unidos con rivales de nivel regular o malo, seleccionados que se sienten intocables y deciden cuándo ser llamados y cuándo no.
Esperemos que el rosarino pueda imponer su autoridad y darle seriedad a la selección, que tenga la libertad de convocar a quien quiera cuando quiera. Esperemos que no se encuentre atado de manos por los intereses comerciales que los directivos tanto atienden. Si Javier Hernández (por dar un nombre) no tiene el nivel para la selección que no aparezca en la lista, por más que los patrocinadores lo pidan (o exijan).
Ojalá y le vaya bien a Martino. Que lo dejen trabajar y le den las libertades que su profesión necesita para buscar trascender. Por ahí logra el quinto partido o tal vez no. Eso sí, le costará y mucho porque la casa a la que recién arriba no tiene cimentos sólidos y los dueños aspiran a que se les construya un rascacielos, cuando su inmueble no llega, por ahora, ni al quinto piso.
Por: Gustavo C.
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