Para Rajoy, violencia es democracia.
Ante una propuesta independentista, la mejor solución es la violencia y el robo de casillas.
El pasado primero de octubre, Cataluña se convirtió en un campo de batalla, al intentar celebrar un referéndum independentista que la monarquía… ―perdón, un error―, que el gobierno español calificó como ilegal.
Esta situación puso en evidencia las decisiones del rey… ―otra equivocación, disculpen―, del presidente español, Mariano Rajoy, quien ordenó a la Policía Nacional y a la Guardia Civil que replegaran a los votantes, clausuraran las casillas y confiscaran las urnas con las boletas en las que los catalanes democráticamente decidirían si irían por la independencia o se mantenían como parte del nacionalismo español.
Como consecuencia de este franquismo… ―ups, nuevamente he metido la pata―… Como consecuencia de este nacionalismo, un aproximado de 800 personas, con voz y voto, fueron heridas durante los enfrentamientos, en los que la vida pasó a segundo plano, al ser prioridad la defensa de una «democracia», cuya principal herramienta no es la decisión de los ciudadanos, sino la violencia que puede ser ejercida en términos de legalidad.
Cual Díaz Ordaz en octubre de 1968, la respuesta de Rajoy, ante la ola de violencia, fue la siguiente:
«Hemos hecho lo que teníamos que hacer. Somos el Gobierno de España, yo soy el presidente y he asumido mi responsabilidad». Rajoy.
En la tinta de Mimí Kitamura
HOY NOVEDADES/LIBRE OPINIÓN
