Desde que Donald Trump tomó protesta como presidente de una de las naciones líderes del diminuto planeta tierra, ha dado de qué hablar, manteniendo su postura xenófoba y nacionalista, apoyada por el 40 por ciento de los estadounidenses y repudiada por la mayoría de sus ciudadanos.

Desde que Donald Trump tomó protesta como presidente de una de las naciones líderes del diminuto planeta tierra, ha dado de qué hablar, manteniendo su postura xenófoba y nacionalista, apoyada por el 40 por ciento de los estadounidenses y repudiada por la mayoría de sus ciudadanos.

Lo más preocupante de este largometraje de terror ―o como bien expuso Iñárritu, un «mal remake» de un periodo histórico vergonzoso― es que parece rescatar, en mayor o menor medida, las posturas nacionalistas que llevaron a la creación de campos de concentración en Alemania, sobre todo lo que se refiere a la xenofobia.

La xenofobia es uno de los términos más complejos y degradantes del español, su existencia es lamentable, pues surge de la necesidad de dar un nombre a la discriminación, miedo y odio sin fundamento por todo lo extranjero.

Para Donald Trump, todo lo diferente es sinónimo de amenaza. Quizá por eso se lleva tan bien con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien ha optado por arrebatar tierras a Palestina, en beneficio de Israel y detrimento de los palestinos, a quienes le son negados los derechos humanos universales, comenzando con el derecho a vivir en paz, bajo un techo libre y seguro; pues las colonias israelíes continúan expandiéndose sin límite alguno.

Con este estandarte xenófobo, Donald Trump decidió, en su primera semana de mandato, firmar la orden ejecutiva para comenzar con la construcción de un muro fronterizo que con impuestos a los aranceles, México terminaría pagando.

Pero la historia apenas comenzaba a contextualizarse, más adelante, el magnate de personalidad excéntrica, impulsiva y narcisista emitió un veto migratorio que cancela el derecho de asilo, impidiendo la entrada a Estados Unidos, a ciudadanos de siete países, en su mayoría musulmanes (Siria, Irak, Irán, Yemén, Somalia, Sudán y Libia).

Tras el anuncio del veto migratorio, no sólo se hicieron presentes las manifestaciones en los aeropuertos, donde ciudadanos de los países afectados, se quedaron varados; algunas empresas cercanas al magnate sufrieron las consecuencias económicas de un boicot internacional; artistas estadounidenses se expresaron en contra y hasta Lady Gaga emitió un discurso de inclusión y diversidad para su presentación en el medio tiempo del Super Bowl LI.

También se manifestó la inconformidad política, pues dos estados del país del norte, Washington y Minesota, denunciaron esta decisión como inconstitucional; y el juez federal James Robart suspendió esta medida, hasta que se resuelva la demanda.

Ante esta decisión de la justicia, Trump arremetió en su cuenta de Twitter, algo que los mexicanos y el valor del peso en comparación con el dólar, conocemos bien. En su red social, el magnate calificó a la decisión federal como «ridícula» y al juez como un «supuesto juez», una falacia ad hominem, que por experiencia sabemos que es la favorita del presidente estadounidense.

Este veto migratorio de Trump, que rompe con el derecho de asilo, es una muestra de la falta de análisis histórico de este presidente número 45 de Estados Unidos, pues al parecer desconoce que este término legal proviene incluso de la Grecia clásica, cuando algunos templos eran considerados como inviolables.

También parece olvidar o desconocer que este término es una de las bases ideológicas del siglo XX, que puso en marcha el derecho de asilo, tras lo ocurrido por las dos guerras mundiales y el Holocausto.

Pero lo más impresionante de todo, es que Donald Trump parece olvidar que la misma nación estadounidense, a la que tanto sublima con sus discursos, se creó en parte por los europeos que huían de las persecuciones religiosas del Viejo Mundo, tras proclamarse la Reforma Protestante y se refugiaron en colonias americanas, destruyendo a su paso la colonia nativa de esos territorios que ahora buscan coartar todo contacto con lo extranjero.

Con un presidente que declara la guerra a su peor enemigo que es: Todo país que no acate las condiciones estadounidenses y tenga sistemas políticos y culturales que difieran de los occidentales norteamericanos.

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