«Algún día veremos esto como el momento en que finalmente decidimos salvar nuestro planeta» expresaba a finales de 2016 el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, al reunirse con su homólogo de China, Xi Jinping, para ratificar el acuerdo contra el cambio climático firmado en París durante 2015.

Hoy, como aquél estudiante que, con violencia, arranca una sucia hoja de papel, el nuevo mandatario estadounidense, Donald Trump, ha decidido retirarse del acuerdo celebrado en tierras francesas y ratificado por casi 200 naciones, entre las que se encuentran Estados Unidos y China, los dos mayores contaminantes del mundo.

La acción no cae de sorpresa, pues ya desde su campaña electoral, el empresario advirtió que de resultar electo como presidente, retiraría a su país del pacto ambiental, y apenas en marzo de este año ordenó una revisión del Plan Energía Limpia, lanzado por su antecesor presidencial, que impone a centrales eléctricas una drástica reducción de sus emisiones de dióxido de carbono.

Con las diversas normativas que Trump ha aprobado, la política ambiental de Obama va más que en picada respecto al objetivo del cambio climático, pues así eliminó los planes energéticos que prohibían nuevas explotaciones de energías fósiles y ha dado vía libre a las extracciones en zonas costeras de Estados Unidos que el otrora presidente había protegido.

De tal modo que, la nación con mayor deuda climática mundial, poseedora de una de las mayores reservas de gas natural a nivel internacional, podría apostarle nuevamente a la producción energética con base en hidrocarburos, en lugar de sumarse a la transición hacia las energías renovables.

Esta acción puede traducirse como un agrio «doble play» ejecutado por el mismo Donald Trump, pues al tener «todavía» entre sus filas a un consolidado en materia energética como Rex Tillerson, exdirector ejecutivo de la petrolera trasnacional Exxon Mobil, lo mínimo que podría esperarse es la consciencia sobre aquél espectro contaminante que la producción energética de hidrocarburos desata en un país industrializado, con una extensión territorial de 9 mil 834 millones de kilómetros cuadrados.

El Pacto de París estableció que los países no podrían abandonarlo durante los primeros tres años y, una vez decidido, no sería efectivo hasta un año después, por lo que, en teoría, EU seguiría formando parte del acuerdo hasta 2020; sin embargo, ese «autosabotaje» orquestado por Trump, pone a su nación muy lejos de aquellos objetivos para contrarrestar la responsabilidad que su país tiene en el calentamiento del planeta.

«Totaaal…de algo hemos de morir»…debió haber pensado Donald Trump, al consignar con su clásico tuitazo la frase «MAKE AMERICA GREAT AGAIN».

Por: Edgardo Velázquez López

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