DESDE EL CRISTAL CON QUE SE MIRA
ARTÍCULO 2
Decíamos en el artículo anterior que cuando se habla del proceso de salud, enfermedad, todos tenemos diferentes opiniones de acuerdo a la perspectiva y al lugar desde donde observamos la pérdida de la salud, no es lo mismo ser el enfermo al familiar del enfermo.
Los latinos en este sentido en su gran mayoría somos más que solidarios, basta el observar la entrada de un hospital a la hora de visita de un domingo en México.
Empecemos por describir algunas situaciones que pasan en la visita a un paciente, en algunos casos, el comportamiento semeja el de una verbena familiar para estar con el ser querido y el uso de varias estrategias e ingenio para lograr que todos puedan visitarlo en el tiempo permitido, no olvidar que la familia está más que vulnerable y angustiada, porque el tener un paciente en el hospital casi siempre significa que la enfermedad que lo llevó, no es menor.
Por otro lado, la organización del Hospital parece que compite con ellos, con varias estrategias y reglas para tratar de mantener el orden y seguridad de quienes aspiran a recuperar la salud, situación que casi siempre causa incomodidad al familiar que quiere entrar y hay una marcada diferencia entre los hospitales públicos y privados.
Es evidente que lo que se respira en las salas de espera, es una rara mezcla entre preocupación, queja, sufrimiento, esperanza y por fortuna, también muchas veces de felicidad.
En los hospitales las personas transitan por varias emociones, desde sentir el más grande dolor por la muerte de un familiar, como puede ser el padre, la madre, el cónyuge o los hijos, hasta la gran satisfacción que causa el nacimiento del primogénito de una pareja o el alta del familiar cuando se recupera la salud.
Es en este sentido que la percepción acerca de la atención o desatención de un paciente, proviene la más de las veces de la familia del paciente y no del enfermo, se estima que de cada 10 quejas presentadas, 6 provienen de la familia, recordemos que en una situación de urgencia, el número de familiares acompañantes es en promedio de tres.
Por ello, la reflexión es que nunca se debe descuidar la atención e información a la familia, quien así lo hace, piensa en todas las ópticas y en todas las voces, ya profundizaremos acerca de las diferentes percepciones de los acompañantes y la necesidad de pensar en un hospital abierto y amigable.
En la salud, como en todo, y de acuerdo a Ramón de Campoamor “Nada es verdad, nada es mentira, todo es de acuerdo al color con el cristal con que se mira”.