La decisión de Fitch Ratings de bajar la nota de la deuda de Petróleos Mexicanos (Pemex) provocó el derrame de bilis en Andrés Manuel López Obrador. Y es que el presidente de nuestro país se sintió atacado en los que ha sido, hasta el momento, la principal tarea de su gobierno: el rescate de la empresa del oro negro.
El tabasqueño discernió sobremanera con el diagnóstico realizado por una de las agencias norteamericanas más grandes que evalúan el riesgo crediticio. Fitch señaló que las acciones de Pemex no son suficientes para hacerle frente al declive en el perfil crediticio de la empresa mexicana.
López Obrador salió a hacerle frente a este posicionamiento con el estómago en vez de hacerlo con la cabeza. El mandatario mexicano aseveró que las estiamciones son falsas pues no se tomó en cuenta que su estrategia en el combate a la corrupción y al robo de combustible en Pemex ha permitido ahorrar miles de millones de pesos, que la producción de barriles sigue firme y que el incremento de pozos perforados se triplicó en comparación con el año pasado.
«Los inversionistas con ética saben muy bien que Pemex es una empresa sólida porque ya está manejada con honestidad. Les voy a dar ejemplo. No van a faltar expertos que empiecen a hacer cuentas de las pérdidas que significa una calificación como la que se acaba de emitir», externó el tabasqueño.
Además, el fundador de Morena advirtió que Fitch fue omisa sobre el saqueo del que era víctima Pemex, por lo que calificó a la compañía como «hipócrita». Aquí el asunto es que, supiera o no la empresa norteamericana de esta situación, no está dentro de sus atribuciones denunciar una circunstancia de este tipo; si lo dijo porque en su reporte no se incluyó que el huachicoleo mermaba (y sigue haciéndolo) las finanzas de la petrolera pues tampoco tiene mucho sentido.
Pero más allá de si la agencia de Estados Unidos tiene o no razón sobre esta determinación que tomó, López Obrador debe enfrentar esta tipo de discrepancias de otra forma, no caer en la respuesta fácil y más si ésta es con insultos de por medio. Si se cuenta con un proyecto sólido que sustente el potencial y buen desempeño de Pemex, el tabasqueño no tiene porque entrar en el discurso intolerante por más que este sea parte de la imagen dicharachera que busca manejar. Basta con argumentos, cifras y buena oratoria.
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