«GIRA Y DA VUELTAS Y RUEDA GIRANDO…» Foto: OtraEducación

El tema de la educación en México da mucho de qué hablar. Los alumnos se quejan de los maestros con sus papás, los papás van a la escuela a reclamar, entonces los maestros se quejan de los alumnos con sus padres y a su vez, los maestros denuncian la ineficacia de las planeaciones o del sistema docente, quien termina despotricando contra los profesores y es así como en este bonito mosaico de desencanto, en donde todos hacen su trabajo «correctamente», nadie tiene la culpa.

El ciclo de la educación o cadena alimenticia, por hallar un término comparativo, pero más cercano a lo que es, puede tener su origen en cualquiera de los elementos antes planteados, los padres de familia o tutores, los alumnos, los profesores y el sistema educativo que involucra directa o indirectamente al gobierno. En este ciclo, todos se encuentran en constante interacción, es raro que alguno  de ellos falte y, si ello llegará a suceder, el resultado podría ser aún más catastrófico que el que vivimos cuando todos confluyen. Sí, así de grave es.

El gobierno, desde que hace mucho tiempo ha expresado que el problema de la educación en México tiene mucho que ver con el docente, es más, de acuerdo a sus argumentos, es el único culpable. Por ello es que la moderna y renovadora Reforma Educativa, plantea antes que nada ―sí, sin realizar un análisis concienzudo― una evaluación docente. Es en este punto donde los maestros se oponen, independientemente del sindicato, organización, postura política o lo que sea, y al mismo tiempo cuestionan: ¿Por qué no mejor igualamos la infraestructura de todas las escuelas primero, y después se nos evalúa?

La situación educativa en México es diversa, en primer lugar, porque los niveles de desigualdad social son excesivamente opuestos; y en segundo, porque en México conviven muchas culturas, formas de subsistir y zonas rurales, urbanas, semiurbanas. Por tal motivo, las evidencias que presentarán los maestros para su evaluación no serán similares; no es el mismo resultado el de un niño que, ante la carencia de la región, desayuna un vaso de pulque, que el de un alumno que tiene la posibilidad de almorzar pan y leche.

Tampoco es factible comparar a una escuela hecha de lámina o madera con otra que cuenta con una infraestructura moderna, servicios de limpieza e instalaciones adecuadas para el uso de TIC´s, como a la que, probablemente, usted, estimado  lector, asistió en su infancia.

Si bien, existen maestros «barcos» o aquellos que demeritan logros o que, inclusive, sobajan las intenciones y el potencial del alumno, los cuales todos conocemos en algún momento, también existen los alumnos que no ponen atención en clases, que se la pasan riendo, jugando, echando novia o novio, y que, además, se quejan del profesor cuando la secundaria o preparatoria no les otorga un lugar, cuando obtienen 20 aciertos de los 120 planteados en el examen de admisión (ojo, no estoy justificando dichos exámenes, son antipedagógicos y poco objetivos, pero los usaré con fines exclusivamente informativos), o aquellos a los que los directivos, que por órdenes de supervisión escolar ―quienes a su vez reciben órdenes del departamento de educación que acatan las reformas educativas―, solicitan al docente que «ajuste calificaciones», porque no debe haber reprobados: «El chiste es que haya jóvenes con certificado de prepa». Gente trabajando que no entiende por qué «miel es a abeja como leche a vaca», o jóvenes que creen que su pueblo es un estado, o que ubican la capital de un estado de su país en otro continente.

Sí, la culpa es completamente de los maestros (saben identificar los sarcasmos, ¿no?). Sí, los alumnos creen que sus papás los mandan a la escuela a ver a sus amigos. Sí, hay docentes que no deberían estar dando clases. Sí, el sistema educativo y sus diseñadores tienen intereses más allá de los educativos. Sí, el sistema educativo no contempla todos los factores coyunturales del estudiantado, de la institución escolar ni de los docentes. Sí, seguirá así por mucho tiempo y sí, estamos condenados a repetir la historia.

César J.G.

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