Los periodistas han sido perseguidos por lo que escriben, tanto por sujetos vinculados al crimen organizado, como por los propios entes de gobierno que actualmente buscan «mejorar las condiciones» de seguridad de aquellos que arriesgan su vida al ejercer su trabajo.
Basta con ver casos como los de Lydia Cacho, cuando reveló un caso de pedofilia entre funcionarios, entre los que destaca Kamel Nacif y Miguel Borge Martín, exgobernador de Quntana Roo; la periodista recibió varias amenazas de muerte tras revelar el caso.
Un hecho que fue lamentable, es el de Rubén Espinosa, fotógrafo de 31 años de edad que se hizo un «autoexilio» luego de que sujetos que parecían policías lo seguían a todos lados y le sacaban fotografías, desafortunadamente, el fotógrafo perdió la vida en un departamento de la colonia Narvarte.
Otro caso de reporteros caídos es el de Elido Ramos Zárate, quien fue asesinado durante un bloqueo en Nochixtlán, Oaxaca, luego de cubrir protestas de maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, dos sujetos lo atacaron mientras él descansaba en una banca, previamente ya había sido amenazado por publicar fotografías de saqueos.
Además de lo ocurrido en Veracruz, uno de los lugares más peligrosos para ejercer el periodismo, que, sin embargo, las autoridades han hecho de homicidios de periodistas «una caricatura», como el caso de Gregorio Jiménez, quien literalmente fue asesinado por publiucar una nota donde describía los hechos ocurridos en un bar.
Podríamos seguir: amenazas, asesinatos, ataques violentos, realizados por el estado o «mandados a hacer» por el hecho de hacer nuestra labor, informar a la gente.
El día de hoy se reunirán los gobernadores con el secretario de gobernación para hablar de este tema el cual ha conmocionado al gremio por la delicadeza del asunto, la perdida de dos reporteros en Sinaloa y en Jalisco, los cuales suman 30 periodistas caidos tan solo durante la administración del presidente Enrique Peña Nieto.
Es entonces que desde la redacción, decimos que esto nos parece una paradoja, una ambigüedad; pues se pretende proteger a quienes a veces, ellos mismo persiguen por «sacarles sus trapitos al sol» o mostrarles sus verdades incómodas.
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