Si antaño la dualidad prehispánica basaba su conceptualización en la necesidad de la muerte y los sacrificios para asegurar la continuidad de la vida; en nuestra era, impunidad y misoginia han unido sus significados para gestar la realidad mexicana del poder judicial.

Por: Eztli Yohualli

Correo: [email protected]

Si antaño la dualidad prehispánica basaba su conceptualización en la necesidad de la muerte y los sacrificios para asegurar la continuidad de la vida; en nuestra era, impunidad y misoginia han unido sus significados para gestar la realidad mexicana del poder judicial.

En territorio mexicano siguen acrecentándose los ríos de sangre: no ignoramos los innumerables casos de desapariciones, narcofosas y feminicidios que se convierten en silencio y estadísticas. En cada noticiero, periódico o serie televisiva encontramos referencias a esta realidad que nos aqueja.

No obstante, uno de los personajes más criticados de la historia mexicana, el actual presidente, Enrique Peña Nieto, asegura que la crisis es producto de nuestra imaginación, un chisme de lavadero que se ha descontrolado y ha provocado miedo, caos y desconfianza.

Ante estas declaraciones, no nos queda más que aceptarnos como los personajes principales de una ficción cuyo final aún desconocemos; algo así como El show de Truman, ese mundo del séptimo arte en el que todos los que rodean a Truman están preparados y dispuestos a mantener como verdadera una realidad prefabricada.

La única diferencia es que nuestra vida no es perfecta, no tenemos una esposa que cubre todos los estándares de belleza occidentales, que procura nuestro bienestar, es de piel blanca y tiene una de las vocaciones más nobles del planeta.

Tampoco tenemos el mejor trabajo, con un salario de ensueño y la mejor rutina de un hombre de oficina, quizá en lo único en lo que coincidimos sea el trauma provocado que nos impide abandonar la isla en la que nacimos y en la que nos mantienen cegados por el miedo al oleaje del mar y a sus tormentas.

Nuestro reallity show no es cómico, es más bien trágico, con tintes de comedia romántica cuando se acercan las elecciones, pero con el suspenso y el gore como géneros predominantes.

En la Tragedia moderna mexicana abundan las desapariciones forzadas, el homicidio de periodistas, las narcofosas, el secuestro de migrantes suramericanos, los feminicidios, el escrutinio social cuando se denuncia el acoso sexual y la decisión de un juez de que un hombre puede introducir sus dedos en la vagina de una menor de edad, sin intención de copular.

En nuestro filme, que lamentablemente no dura 90 minutos, ya no es la continuidad de la vida la base de los sacrificios; sino la continuidad de las élites y esferas de poder, a partir de la dualidad: misoginia-impunidad.

HOY NOVEDADES/EDITORIAL