La Federación Internacional de Futbol Asociación, FIFA, es el organismo más importante del futbol mundial, ya que es el que gobierna sobre todas las federaciones del balompié en todo el planeta; fue fundada bajo la necesidad de que fuera un organismo único el que vigilara el orden y el cumplimiento de las reglas en todos los torneos de futbol del orbe. Foto: FIFA

La Federación Internacional de Futbol Asociación, FIFA, es el organismo más importante del futbol mundial, ya que es el que gobierna sobre todas las federaciones del balompié en todo el planeta; fue fundada bajo la necesidad de que fuera un organismo único el que vigilara el orden y el cumplimiento de las reglas en todos los torneos de futbol del orbe.

Y con la finalidad de cuidar los valores del espíritu deportivo, desde 1997, la FIFA realiza acciones para promover el juego limpio y la deportividad bajo el nombre de Fair Play o «juego limpio» en español. Como un ejemplo de esas acciones, antes del inicio de cada partido en la primera división mexicana de futbol, la FIFA hace que se les recuerde a los jugadores la importancia del «juego limpio», para cuidar que los valores formen parte de cada justa que se realiza.

Con tanta preocupación porque en sus torneos se promuevan los buenos valores, sorprende mucho que la FIFA no juegue limpio al interior de su organización; inclusive, esta falta de juego limpio, de ética y de valores es la razón por la cual la credibilidad de esta institución está en serio riesgo no desde ahora, sino desde ya hace tiempo.

Por ejemplo, fueron las acusaciones de corrupción las principales razones por las que en 2015, Joseph Blatter renunció a la presidencia de este organismo, pues estaba siendo investigado por el FBI. El caso se tornó tan grave que la Interpol incluyó en su lista de más buscados a dos exvicepresidentes de la FIFA, el paraguayo Nicolás Leoz y el trinitario Jack Warner.

Las acusaciones de corrupción sobre altos directivos de la FIFA eran para tomarse muy en serio, puesto que algunos de los cargos por los que se les acusó incluían soborno, fraude y lavado de dinero, además de la atribución de derechos mediáticos y de derechos de mercadotecnia y de patrocinio para Estados Unidos y América del Sur de competiciones, otorgadas bajo condiciones tan sospechosas que llamaron la atención de las autoridades, quienes iniciaron una auténtica cacería sobre los principales implicados.

Todos los actos deshonestos que se tramaron al interior de la organización fueron recogidos y registrados en una investigación que el organismo pidió se realizara para tratar de salvarse de la crisis que enfrentaba. Esta investigación llegó, ya bajo la presidencia de Gianni Infantino, pero el remedio resultó peor que la enfermedad ya que reveló que la corrupción que carcome a la FIFA desde adentro está más enraizada de lo que esperaban.

El Informe García, una investigación conducida por el norteamericano Michael García halló que la adjudicación de los mundiales de Rusia 2018 y Qatar 2022 se dio en condiciones un tanto sospechosas que involucraron millonarios sobornos a altos directivos de la organización; y a pesar de que las acusaciones están plenamente documentadas, las investigaciones sobre las sedes mundialistas quedaron sin consecuencias. Los organizadores de los próximos mundiales de Rusia y Qatar siempre negaron haber cometido delito alguno.

Es importante reflexionar sobre el tema ahora, porque, en la Copa Confederaciones de Rusia 2017, la FIFA ha advertido a la Federación Mexicana de Futbol sobre los gritos homofóbicos de la afición y señaló que «podrán adoptar medidas adicionales en caso de que este tipo de conducta se repita durante la competición», esto en aras de preservar el juego limpio, pero ¿quién vigilará que la FIFA sí realice un «juego limpio» al interior de su organización? ¿Los delitos flagrantes que cometieron los altos directivos de la institución y las sedes organizadoras de los mundiales quedarán impunes? ¿Cómo se puede evitar que esta situación se repita en el futuro?

Definitivamente, la FIFA tiene un camino cuesta arriba para recordar que el «juego limpio» debe ser una regla para todos, tanto para los jugadores como para los directivos de un organismo que, hasta ahora, nada más no ha sabido cómo acatar sus propios principios.

Walter Estrella

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