La plaza del ajolote.
La extinción de los dinosaurios

La plaza del ajolote.

Los nombres emanados del priismo serán purificados en las manos del mesías de la democracia.

En nuestra historia ─hablamos de la historia nacional─ existen dos grandes eras que terminaron por marcar el porvenir de una nación. La extinción de los dinosaurios, con una participación activa de lo que hoy es México y el encuentro entre dos mundos, culminando con la gloriosa caída de Mexico-Tenochtitlan.

Ahora, el mesías de la democracia asegura iniciar la cuarta transformación (no era) de México, donde la corrupción quedará erradicada y los grandes hacedores del mal nacional serán perdonados ─gracias a la famosa amnistía─. «Con abrazos, no balazos», según el apóstol de la democracia, los males de una nación, harta y enojada, serán resueltos.

Obrador se refiere al cuarto movimiento político de México, después de la Independencia, las Leyes de Reforma y la Revolución. Él plantea reivindicar al país con una República amorosa, basada en la no corrupción y una fe inmensa por las «nuevas» fuerzas federales.

Sin embargo, para hacerlo fueron necesarios enormes cimientos del institucionalismo priista: el mismo que reprimió al Ejercito Zapatista; el mismo que solapó el fraude electoral de 1988 y, el mismo que apoyó a uno ―según el «imaginario colectivo»― de los presidentes más oscuros, corruptos y señalados de la historia reciente de esta nación.

Por eso, cuando hablamos de transición (una vez más) nos cuesta trabajo pronunciarlo, sobre todo, cuando abundan los nombres del pasado, culpables de la represión, el compadrazgo y la omisión; cuando el entorno de la política se reduce a los mismos nombres de siempre. Perpetuados por décadas, olvidados por algunos, pero investigados por otros, nombres que retumban una vez más, antes de ser borrados en los anales eternos de la corrupción.

Tal vez esos nombres, bajo la amnistía de Obrador, sean purificados, absueltos de pecado y perdonados por años de omisión, corrupción y devoción; pero presentes en una era «renovada», continuarán bajo el escrutinio y la mira de los que ven un hilo conector entre los cercanos a Obrador y la «mafia del poder» que tanto ha criticado.

Así, el triunfo del señor López representó una vez más la alternancia, el respeto a la decisión de millones de mexicanos y, quizá, el principio del fin de la clase política dominante en el país, esa que comenzó su reinado con el presidente Calles y delineó sus prácticas en la época del salinismo, en la que  muchos de los hoy «purificados» comenzaron sus carreras políticas.

Por lo anterior, nos negamos a creer que la época del reinado priista terminó, a manos de triunfo obradorista, aplastante ―eso sí―, pero con tintes de reptilismo institucional, aquel que gobernó, señaló, acusó, causó y calló las atrocidades de toda una generación de políticos corruptos —se rumora—, pero que ahora se encuentra en pleno proceso de reivindicación. Bajo la tutela del apóstol de la democracia. En espera de ser juzgados por su labor; la oportunidad está; las dudas persistirán; un buen trabajo, ya lo veremos; pero hablar de una extinción de los dinosaurios tricolores, aún no.

Por: Ernesto Jiménez

HOY NOVEDADES/LIBRE OPINIÓN