La plaza del ajolote
#ConLaTragediaNo
En un país donde lo mismo tienes que defenderte de no ser asaltado, discriminado, despedido, desaparecido o asesinado, difícil es contener la rabia que nos despierta todos los días a la realidad nacional. México no quiere y no podrá alcanzar la estabilidad mientras el sustento del discurso siga siendo el odio aun por encima de la verdad y la muerte.
Apenas nos alistábamos para la cena de Navidad cuando una noticia sacudió a la política nacional y puso sobre la mesa de las redes sociales una infinita cantidad de especulaciones. La gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso, y su esposo, Rafael Moreno Valle, perecieron en un accidente aéreo en el estado de Puebla.
De inmediato, las trincheras de las redes se alistaron con sus mejores elementos y comenzó la guerra de especulaciones. «Gobierno asesino, investigación imparcial y veraz, no creo en las coincidencias, entre otras», fueron solo algunas de las municiones que se quemaron a través de Twitter y Facebook.
A pesar del uso recreativo e informativo de estas dos herramientas, la política mundial aprendió a utilizarlas como herramientas de manipulación; con o sin bots, las redes sociales han conseguido movilizar opiniones, incentivar el odio y acrecentar aún más las diferencias en el pensamiento de los mexicanos. Con miles de likes y retuits se pretende implantar la verdad y acallar al adversario.
No fueron pocos los opinólogos que aventuraron sus teorías más arriesgadas y hablaron de un posible asesinato político, otros más solicitaron mesura y fomentaron el #ConLaTragediaNo; empero, los de siempre lanzaron a sus peones (bots) a una guerra sin tregua ni razón, bajo la consigna de derramar el odio y perpetuar la división de una nación, ya de por sí distanciada.
La trágica muerte de la gobernadora y su esposo —acompañados por tres tripulantes más— por supuesto que deberá esclarecerse y para ello el recién comenzado Gobierno tendrá en sus manos la opción de pasar a la historia por la manera en la que decida enfrentar la situación. De ninguna manera exime lo acontecido en las pasadas elecciones de Puebla, como tampoco los señalamientos contra el exgobernador Moreno Valle, pero sí exhibe el hambre de odio y poder de bastantes.
Tan absurdo como buscar (ya) culpables, es la situación del PAN en Puebla, quienes ya piden —como regalo a los difuntos— que su partido gane las elecciones, que ni siquiera se han anunciado, para buscar al remplazo de Alonso. No solo no es momento (por respeto a los deudos), también refiere una carencia de respeto para quien defendió, desde la función pública, los ideales panistas.
Mientras aguardamos a que «la Cuarta Transformación» nos demuestre de qué está hecha y nos entregue información fehaciente y pronta tras la tragedia, quizá sea tiempo de envainar las armas y llamar a la crítica responsable, aquella que no distinga entre políticos, militares o civiles; una oposición (o no) que asuma su papel con responsabilidad y decida no lucrar periodística o políticamente con la tragedia. Tal vez sea tiempo de opinar sin herencias políticas y comenzar a preocuparnos por el país, tal vez convenga extinguir el odio partidista: puede que no exista otra oportunidad.
Por: Ernesto Jiménez
HOY NOVEDADES/LIBRE OPINIÓN