México es un país característico por su multiculturalidad, lleno de colores, sabores, culturas, lenguas e inmensidad de expresiones artísticas, pero también es conocido por el racismo, la discriminación y el clasismo que ejercemos a diario por no conocer las raíces históricas que han conformado nuestra identidad colectiva.
Este país ha dejado de lado la historia de los pueblos que antecedieron al mestizaje, que se enfrentaron al colonialismo y fueron obligados a olvidar su cultura para convertirse al cristianismo y asimilarse a los estándares, ideologías y creencias europeas.
En el siglo XXI, se sigue reproduciendo una «supremacía de lo blanco». Pero «lo blanco» no reduce su semántica a un simple color de piel, es más bien un referente del constructo sociocultural en el que una parte de la población, con determinadas características, físicas y económicas, tiene acceso a una mejor educación y a un mejor trato social.
Por tal motivo, en internet son risibles los memes que muestran a personas que pertenecen a algún pueblo indígena en situaciones que rompen con ciertos estereotipos.
En la imagen puede apreciarse a una chica tocando la batería, algo inconcebible para el humano que posee una «supremacía racial». Sólo el «privilegiado» es capaz de ejercer todo tipo de actividades, mientras que la burla, recuerda a los indígenas que no deben salir del estereotipo que los limita a ser seres melancólicos, obligados a vivir de la agricultura, la artesanía y sus expresiones míticas y religiosas.
Esa situación es la que orilla a Hoy Novedades a recordar un episodio en la historia mexicana, la muerte del noveno tlatoani de México-Tenochtitlán, porque sólo siendo conscientes de la historia, se podrá reconocer la grandeza de todas las culturas y expresiones artísticas que confluyen en este territorio.
El cronista Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de Nueva España, narra la trágica muerte de Cuauhtémoc, el señor «águila que desciende».
Su fecha exacta de nacimiento se desconoce, ningún historiador primitivo la ha citado, a pesar de que era una costumbre indígena describir a detalle la natalidad de sus príncipes.
Aunque esta imprecisión histórica no parece sorprendente, porque su ascenso al trono ocurrió en uno de los pasajes históricos más incomprendidos de la historia mexicana: La Conquista.
Cuauhtémoc fue el estandarte de oposición a los españoles, participó en la defensa de su gente, en la matanza del Templo Mayor y en la Noche de la Victoria, que por mucho tiempo hemos conocido como la Batalla de la Noche Triste (parte del eurocentrismo vigente en los discursos históricos de México).
Tras la muerte de Cuitláhuac, a causa de la varicela que le contagiaron los españoles, Cuauhtémoc fue nombrado emperador en 1521, por lo que se convirtió en el noveno tlatoani de México-Tenochtitlán.
Tanto Hernán Cortés como Bernal Díaz del Castillo concuerdan con que el enfrentamiento inició con una conspiración, en la que el pueblo de Cuauhtémoc efectuaría un levantamiento contra la invasión española.
El 22 de mayo de 1521, las fuerzas militares de Hernán Cortés, con armas, caballos, trece bergantines y miles de soldados texcocanos y tlaxcaltecas, sitiaron Tenochtitlán.
La fuerza española planeó una estrategia para aislar a los mexicas:
En Chapultepec, Pedro de Alvarado y Cristóbal Olid rompieron el acueducto que surtía de agua a los mexicas.
Gonzalo de Sandoval y Hernán Cortés se enfrentaron a los mexicas en Ixtapalapa, cuando pasaban por el peñón de Tepopolco.
Para defenderse, los mexicas cavaron zanjas en las calzadas para impedir el avance por tierra de los invasores y colocaron estacas debajo del agua para evitar que los bergantines se acercaran a la ciudad.
Cuando Cuauhtémoc y los mexicas se vieron aislados, intentó negociar la paz a través de tres enviados por Hernán Cortes, por lo que el príncipe acudió al Tlalocan para que se hiciera la voluntad de su pueblo.
El pueblo de Cuauhtémoc decidió enfrentarse y morir, antes que aceptar la invasión española que los convertiría en esclavos.
A pesar de ir contra sus costumbres, Cuauhtémoc emprendió combates nocturnos. Los mexicas mantuvieron la cabeza en alto, combatiendo para no perder su libertad.
No obstante, tras 75 días de batallas, Tenochtitlán cayó el 13 de agosto de 1521.
Hernán Cortés sometió a diversos interrogatorios a Cuauhtémoc y a otros nobles capturados, con la intención de obtener información del oro mexica, el gran tesoro que era codiciado por la avaricia de los conquistadores.
A pesar de recibir una canoa repleta de objetos, Hernán Cortés no quedó satisfecho, por lo que mandó a que quemaran los pies del tlatoani, para tratar de averiguar el paradero del oro.
De acuerdo con Francisco Gómara, testimonio español, mientras era torturado, Cuauhtémoc: «lo miró con ira y lo trató vilísimamente como muelle de poco esfuerzo, preguntándole si estaba él en algún deleite o baño».
Hernán Cortés consideró que Cuauhtémoc podría levantar en armas, nuevamente, a los mexicas, por lo que lo mantuvo preso. La causa exacta de su muerte aún es controversial, pero se sabe que Cortés ordenó ejecutarlo alegando un supuesto complot.
Se dice que el mexica fue bautizado antes de morir con el nombre: Hernando de Alvarado Cuauhtemotzin. Y que el deceso del último tlatoani mexica ocurrió en Itzamkánac el 28 de febrero de 1525.
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