El enriquecimiento ilícito de Javier Duarte, las propiedades millonarias que posee, el desvío de recursos de distintos programas sociales para engrosar sus cuentas personales y la de su familia. A todas esas acusaciones y delitos han acostumbrado los políticos a la sociedad mexicana.
El que un gobernante robe de las arcas oficiales es algo que, desgraciadamente, se percibe como «normal» en México, pero la nueva acusación que recae sobre el exgobernador de Veracruz y prófugo de la justicia, Javier Duarte de Ochoa, va más allá de lo tolerable, por lo menos así, se ve reflejado en el enojo popular.
Según el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, durante el gobierno de Javier Duarte se utilizó medicamento falso o clonado en las quimioterapias de los niños enfermos de cáncer.
El mandatario aseguró que esta práctica ya se estilaba desde el gobierno de Fidel Herrera, antecesor de Javier Duarte, e incluso la empresa Roche, encargada de generar productos y servicios en favor de la salud, realizó un estudio en el cual se concluyó que los medicamentos que se suministraban a los menores de edad eran falsos o de otra marca, lo que significa que el principio activo, la sustancia encargada de curar al enfermo, no estaba presente en la medicina.
El Gobierno de Veracruz, ya bajo la administración de Duarte en 2011, recibió esa información, pero decidió ignorarla, a pesar de que en ese año, el estado costero ocupaba un tercer lugar nacional en casos de cáncer infantil, con aproximadamente 500 pacientes.
En palabras del gobernador Yunes Linares «esto nos parece un pecado realmente brutal, un atentado contra la vida de los niños y niñas», así que, después de analizar ―¿qué se debe analizar?― el caso de cada uno de los pacientes, en su momento, se presentarán las denuncias.
Una vez más, nos encontramos frente a la frialdad e indiferencia de los gobernantes, como lo ha dejo ver de Javier Duarte con su corrupción; ya que al enriquecimiento ilícito y atentados contra la libertad de expresión, se suman la administración de «prácticamente agua destilada» a menores de edad, lo que se traduce en un engaño a los padres de familia que, esperanzados, buscaron en ese momento una mejora en la salud de sus hijos.
¿Será probable que Javier Duarte haya cometido todos estos delitos bajo la presión de algún actor político? ¿Tal vez era azuzado a cometer los robos y vejaciones en contra de la ciudadanía por defender a alguien? ¿Probablemente bajo las amenazas de grupos de delincuencia organizada?
Las denuncias ahí están, pero se deben tratar de descubrir los motivos que llevaron a un hombre, que contó en su momento con el apoyo de la ciudadanía, misma que lo llevó a gobernar Veracruz, a cometer esos delitos.
Es muy difícil creer que nadie haya notado, desde antes de su mandato, que Duarte no estaba capacitado, ni profesional, ni moral, ni psicológicamente para semejante encargo. O nadie lo sabía o nadie lo quiso decir.
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