Así lo dejó dicho Tochihuitzin,
Así lo dejó dicho Coyolchiuhqui:
De pronto salimos del sueño,
sólo vinimos a soñar,
no es cierto, no es cierto,
que vinimos a vivir sobre la tierra.
(Tochihuitzin citado por León-Portilla, 1975, p. 131).
La última generación de mi familia que habló náhuatl fue la de mi tatarabuela Genoveva, quien decidió no seguir enseñando este idioma a sus hijos, por toda la discriminación que padecen las lenguas originarias en México, por considerarlas inferiores al español o a otras lenguas romances o germanas; por eso, desconocí que tenía antepasados nahuas, hasta que leí Trece poetas del mundo azteca, y, por curiosidad, pregunté a mi abuela si conocía a alguna persona que hablara en mexicano: su respuesta fue un listado de nuestro árbol genealógico.
Si desconocemos las producciones literarias indígenas de la actualidad, con mayor razón asevero que somos ignorantes respecto a las expresiones poéticas anteriores a la Conquista, y no es sorprendente, en tanto que, durante mucho tiempo, en busca de que germinara una identidad del mexicano moderno se suprimió con prejuicios todo lo referente al glorioso pasado prehispánico y la investigación se limitó a concebir a esas civilizaciones en función de su relación con la llegada de los españoles.
Aunado a eso, como bien menciona León-Portilla, las culturas que habitaron este territorio antes de que se denominara Nuevo Mundo, siguen sin considerarse dentro de la historia de las culturas clásicas, como la griega o la china, que son apreciadas por sus aportaciones, intelectuales, filosóficas, literarias y hasta políticas; no obstante, si lo pensamos detenidamente, las civilizaciones americanas poseen características similares, una de ellas es su literatura, que por mucho tiempo estuvo oculta en manuscritos olvidados en viejas bibliotecas y que el autor de Trece poetas del mundo azteca, rescató.
Miguel León-Portilla es uno de los más importantes investigadores de los «antiguos mexicanos», nació en 1926, un 22 de febrero en la Ciudad de México; con estudios en el extranjero y en la Universidad Nacional Autónoma de México, se ha encargado de explorar y ahondar en el misterioso mundo prehispánico.
A la fecha, ha publicado varios títulos, entre los que destacan: La visión de los vencidos, Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, La tinta negra y roja, entre otras obras, como la revista Historia de cultura náhuatl, cuyo propósito es la difusión de ese pasado indígena tan negado en la cotidianeidad del mexicano.
Trece poetas del mundo azteca es un libro bilingüe (náhuatl-español) que, además de recuperar los cantares de algunos señores del México antiguo, busca darles un rostro, un contexto y una identidad, añadiendo breves biografías de cada poeta, localizadas en algunas fuentes históricas como los Manuscritos de Ixtlilxóchitl y uno que otro códice precortesiano.
El libro, además del prefacio y la introducción que contextualizan al lector, con un lenguaje espontáneo, está dividido en cuatro secciones; la primera, para los poetas pertenecientes a la región tezcocana; la segunda, para los cantores del México-Tenochtitlán; una más para los de la región poblano-tlaxcalteca, y, finalmente, para un rimador de Chalco.
En la introducción, Miguel León-Portilla señala que la lectura de estos textos es posible, gracias al hallazgo que realizó José María Vigil en 1880 del manuscrito conocido como: Colección de cantares mexicanos que se ubicaba en la Biblioteca Nacional de México.
Además de los trabajos efectuados por Daniel G. Brinton, quien publicó, con la ayuda bilingüe de Faustino Galicia Chimalpopoca, el libro Ancient Nahuatl Poetry en 1887.
Lo anterior, fue el punto de partida para que surgiera de las cenizas Trece poetas del mundo azteca, como una antología comentada y biográfica sólo de algunos poetas de la época precortesiana, pues la Colección de cantares mexicanos, cuenta con un número impresionante de «letras anónimas de escuelas de sacerdotes y sabios; letras de quienes se conoce el autor, no así su vida, y letras de las que se conoce tanto el autor, como su vida» (p. 113).
El formato, que he decidido denominar como antología comentada, permite al lector identificar el contexto histórico que permea la creación poética de los cantores antiguos, de esa manera, es más sencillo acercarse a un tipo de literatura de la que apenas tenemos una noción; pues en secundaria, obligatoriamente, conocemos algunos versos de Nezahualcóyotl.
De esa manera, con un lenguaje que no es escabroso para el lector no especializado, Portilla presenta a los trece poetas con una biografía y una o varias de sus composiciones poéticas escritas tanto en náhuatl como en español, que a su vez, se acompañan con iconografía o imágenes del manuscrito original.
Por consiguiente, en las páginas de este libro se conoce más de cerca la vida de algunos de los cantores, junto con los temas predominantes de la época.
El canto que más me atrajo fue el de Cuacuahtzin de Tepechpan, quien dejó como legado un cantar en el que se percibe la traición de la amistad, pues Nezahualcóyotl, al enamorarse de su mujer, prepara todo para que el cantor muera en manos de unos guerreros; Cuacuahtzin lo sabe y se despide de la vida con un último poema que en este libro se tiene la oportunidad de leer:
«Deja abrir la corola a tu corazón, / deja que ande por las alturas. / Tú me aborreces, / tú me destinas a la muerte» (85).
Por otro lado, también se explora la presencia de las mujeres en el ámbito literario azteca, cuya actividad era prolífica; no obstante, por la labor de los cronistas novohispanos, es seguro que su trabajo no haya sido tomado en cuenta, pues el «machismo» es uno de los tantos legados, así como el miedo a la sexualidad y el erotismo, que trajeron los españoles junto con sus cabalgaduras, el español y una que otra epidemia.
La princesa Macuilxochitzin es un ejemplo de la sabiduría azteca, que no se limitó al género, pues los roles sociales no jerarquizaban la existencia de los pobladores, de acuerdo a su fuerza e importancia; por el contrario, cada actividad era considerada como significativa. Por tal motivo, en Macuilxochitzin se encuentran vestigios de la sublimación de la guerra, la incertidumbre y la melancolía por la mortalidad, y lo que las súplicas de una mujer podían conseguir si se enfrentaban a algún príncipe como Axayacatl, quien perdonó la vida a un otomí, cuando sus mujeres rogaron por él.
En Trece poetas del mundo azteca, se conocen algunos rastros de la grandeza de la zona metropolitana del poderío mexica, y se perciben las diferencias entre los cuatro reinos aquí descritos, pues mientras los señores de Tenochtitlán ensalzaban sus logros bélicos, los de Chalco lamentaban la derrota.
Por otro lado, en las cuatro regiones se pueden percibir temas como: la muerte, el Dador de la vida, la guerra comparada con el placer de la embriaguez, el sueño, la amistad, la traición, la hermandad y la importancia de la palabra relacionada con la primavera cíclica que muere y retorna cada año con el florecimiento de las plantas.
El libro es también una prueba de la riqueza cultural e intelectual de lo precortesiano, pues mientras el sueño es un tópico literario, recurrente en escritores europeos como Shakespeare o Calderón de la Barca, también fue reflexionado por un señor indígena, Tochihuitzin Coyolchiuhqui, quien recitó:
«Así lo dejó dicho Tochihuitzin,
Así lo dejó dicho Coyolchiuhqui:
De pronto salimos del sueño,
sólo vinimos a soñar,
no es cierto, no es cierto,
que vinimos a vivir sobre la tierra.
Como yerba en primavera
es nuestro ser.
Nuestro corazón hace nacer, germinan
Flores de nuestra carne.
Algunas abren sus corolas,
Luego se secan.
Así lo dejó dicho Tochihuitzin». (León-Portilla, 1975, p. 131)
Con estos versos, queda abierto el cuestionamiento: ¿por qué sigue sin incluirse en la literatura universal, toda la expresión oral prehispánica, que afortunadamente ha sido rescatada del olvido? Sin duda, aún queda mucho por investigar, y por deshacernos de algunos prejuicios que siguen considerando a los pueblos originarios como parte de un pasado incivilizado, y para comenzar, podemos aventurarnos a leer Trece poetas del mundo azteca y a continuar con el legado a través de la lectura o de la misma producción literaria, reviviendo y transformando los contenidos que permeaban la oralidad de la época.
Referencias bibliográficas:
- León-Portilla, M. (1975). Trece poetas del mundo azteca. (2ª ed.). México: UNAM.
- Miguel León-Portilla. Academia Mexicana de la Lengua. Recuperado el 13 de marzo de 2017 de http://www.academia.org.mx/Miguel-Leon-Portilla.
Mimí Kitamura
HOY NOVEDADES/LIBRE OPINIÓN