Ocurrencias y descaro en el currículum político del Bronco.
El primer debate presidencial exhibió la carencia política de Jaime Rodríguez Calderón para entender las problemáticas del país.
Al escuchar la propuesta de seguridad de Jaime Rodríguez Calderón para cortar las manos a todo aquel que robe, no pude —por más que lo intenté— dejar de imaginar un México apocalíptico, plagado de seres deambulando por las principales arterias del país, en busca de comida, sin acceso a los automóviles, computadoras, lápices y teléfonos celulares: relojes, pulseras y anillos regados por los suelos, mientras la clase del poder señala, orgullosa y prepotente, a esos seres inanimados de la sociedad mexicana, con sus prótesis de último modelo.
En su Ensayo sobre la Ceguera, José Saramago describe una sociedad con pérdida de la vista, en ella, los protagonistas luchan por garantizar su supervivencia, al tiempo que encuentran formas eficaces de comunicación, pues a falta del estímulo visual, la exactitud del lenguaje definirá el porvenir de los ciudadanos.
Por eso me sorprendió la propuesta del también llamado Bronco, la cual en sí, representa una ocurrencia digna del «léxico norteño» del candidato, sin embargo, oculta detrás, la falta de preparación y la nula iniciativa de Calderón para asumir el cargo de presidente de la nación.
Jaime Rodríguez, no solo pidió (casi rogó) a los ciudadanos que lo ayuden con propuestas que pueda implementar en su gobierno, sino que se sacó de la manga una iniciativa, en todos los sentidos, irrespetuosa con los derechos humanos. Cabe recordar que, días después de lanzar su propuesta, en Guerrero apareció un presunto delincuente mutilado, junto a él, la leyenda: «lo dijo el Bronco».
Lo preocupante de la iniciativa del aspirante presidencial radica en la crueldad para hacer respetar la ley, pero preocupa aún más la falta de credibilidad que el país entero tiene con respecto a las instituciones federales, llámense electorales, policiales, de justicia, militares o de salud. El grueso de la población tiene una mala perspectiva de ellas.
Y no es para menos, las constantes «equivocaciones», «verdades históricas» y procesos violados por las dependencias gubernamentales, han dejado a miles de personas en condiciones lamentables: algunas encarceladas indebidamente, otras más se mantienen luchando para que se les haga justicia, mientras que muchas (por desgracia) han engrosado las cifras que ayudaron a Peña Nieto a romper los récords de violencia en el país.
Lo que se le olvidó al señor Bronco es que, en México, el acceso a la justicia es en extremo racista, en muchos casos responde a intereses económicos y, peor aún, es violentada con facilidad a costa de una suma de dinero, proporcional al delito que se persigue.
Es por ello que mutilar a los delincuentes, no solo representaría una crisis de violencia generalizada, pues los índices delictivos en el país están por los cielos, además, las clases socioeconómicas altas estarían, si no exentas, sí en ventaja con los más pobres, que según los datos del Coneval son más de 63 millones de mexicanos.
Recordemos que en 1536, Ana Bolena, Reina de Inglaterra y esposa de Enrique VIII, fue condenada a morir decapitada; acusada de adulterio. Bolena permaneció —según escribió la historiadora Alison Weir— con serenidad y aplomo mientras caminaba hacia el patíbulo. Pese a la rectitud de la monarca inglesa camino a la muerte, trasciende la acusación: adulterio con cinco hombres, uno de ellos, su propio hermano.
La acusación contra Bolena significó no solo la muerte de la Reina, también la desesperación de Felipe VIII para conseguir un heredero varón, pues se creía que su esposa carecía de la capacidad para engendrar hombres que recibieran el trono y continuaran con la dinastía Tudor. Todo indica entonces que Ana Bolena fue víctima de una serie de acusaciones provocadas con la intención de hacerla a un lado, y así, Felipe VIII volver a contraer matrimonio (el tercero de los seis en su haber).
Es curioso que la historia de Bolena me recuerde mucho al acontecer nacional, sería lamentable que por las propuestas del Bronco, millones de mexicanos, de esos que no tienen acceso a los altos niveles de justicia, deambularan por el país, mutilados por la falta de eficacia en las dependencias nacionales.
Saramago plantea un mundo oscuro, sucio y frio, no por falta de calidez, sino por la ausencia de sentimientos empáticos entre los ciudadanos, demuestra un mundo en el que la supervivencia supera los intereses colectivos y los seres se descubren a sí mismos en las peores situaciones, representando escenas distintas a lo que se les creía posible.
Sin embargo, para que la propuesta de Rodríguez Calderón pudiera provocar un México apocalíptico, similar al escenario de la novela del portugués, harían falta condiciones similares entre todos los ciudadanos. En las actuales circunstancias, a lo más que aspiraríamos, será a un país de pobres, mutilados: deambulantes incapaces de señalar a los verdaderos causantes de la crisis nacional.
Por: Ernesto Jiménez
HOY NOVEDADES/LIBRE OPINIÓN