¿Todos contras todos, todos contra el tigre o el tigre contra todos?
Esperamos que el primer debate presidencial nos traiga, además de los ataques y las promesas jamás cumplidas, un espectáculo digno de domingo por la noche.
A menos de una semana de celebrar la primera de tres caídas de quienes buscarán convertirse en el próximo dirigente de la nación, el cochinero en el que se han convertido las instituciones federales se asimila más a una granja que a un cuadrilátero político.
Las elecciones presidenciales de 2018 se preparan para ser las más grandes en cuanto a número de votantes, las de mayor cobertura y, quizá, se conviertan en un parteaguas para el futuro del país. A nadie sorprenderá si el PRI gana, enojará a millones, eso es seguro, pero como ya se saben los modos para conseguir el voto, sorpresa no encontrará en los ciudadanos.
Luego del regadero de materia fecal —y conste que no hablamos del expresidente Felipe Calderón— que propició el fallo del Tribunal federal electoral, la certidumbre de un fraude político pulula en el ambiente y el aire que se respira apesta a corrupción, estafa, estiércol y miedo.
Pensando precisamente en el estiércol previo a los comicios del 1 de julio, recordé las historias de mi abuelo. En su casa de Puebla me contaba sobre granjas y establos, donde los animales eran los actores principales.
En una buena granja, me decía, jamás faltan las ratas, esos animales, que aunque nunca te hicieron daño, sabes que son portadoras de las peores enfermedades: corrupción, tráfico de influencias, encubrimiento y omisión de delitos por servidores públicos.
Las ratas pueden ser animales detestables, pero cumplen con una función, eliminar los restos de comida que podrían generar focos de infecciones, empero, el problema de esta especie es que se reproducen de manera acelerada, acabando, no solo con los restos, sino con los demás recursos de la granja, convirtiéndose entonces en una plaga.
Toda granja que se respete debe tener un corcel al servicio del amo, para ser montado cuando este lo desee y para llegar más rápido a su destino, porque no es lo mismo recorrer un camino a pie, que hacer un poco de trampa, subirte a tu caballo y que este te acerque al final de tu camino. Un buen caballo siempre dará la vida por ti, decía mi abuelo, pero tienes que alimentarlo y consentirlo, porque si no, es capaz de dejarte tirado a medio sendero.
Al viejo le gustaba despertar a la vieja usanza, con los cantos del gallo, por eso, decía, toda granja debe tener el suyo, y si es de pelea qué mejor, si sabe agarrarse a picotazos con los de su especie seguro servirá más, pues esa reflexión de que «perro no come perro» no es admisible en los gallos. Eso sí, asegúrese de que no sea apenas un polluelo cuando lo quiera poner a pelear, porque puede que llegue a ser un buen gallo, pero poner a un pollo a la altura de los gallos más experimentados, puede ser más una necedad que una estrategia confiable.
Ahora sí, a nuestra granja solo le falta su tigre. Ese que defenderá la propiedad de los intrusos, quien acabará con las ratas, cuando éstas, ansiosas por morder, salgan de sus escondijos en busca de cualquier hueso.
Pero aguas con el tigre, no olvidemos sus instintos asesinos, no nos dejemos seducir por sus movimientos sensuales y sus rayas hipnotizantes, los tigres son depredadores por naturaleza, cazadores sigilosos, nocturnos: difícilmente los verás atacar hasta que tengan sus fauces sobre tu cuello.
Ahora que, si todo marcha como debiera, serán ellos los que se despedacen, mientras los corderos continúan pastando sin que nadie los moleste, comiendo para vivir un día más, al tiempo que los otros se devoran, se pelean, se despluman, relinchan o roen lo que les venga en gana.
Aunque esto no tenga nada que ver con las elecciones. Las historias del abuelo me recuerdan un mundo (animal) plagado de instintos, donde la supervivencia era quizá el principal factor. Tal vez en eso se parezcan al primer debate: si el «Cerillo» Anaya no enciende junto con Meade la antorcha (campesina); se van a despedir pronto de la elección; por otro lado, si López se deja incendiar por las llamas de la «mafia del poder», podría, una vez más, ver suspendidas sus aspiraciones presidenciales, por lo menos hasta el próximo 2024.
Nos vemos el domingo…
Si es que seguimos vivos. Atte: los corderos.
PD. Por ahí anda un burro, dicen que se escapó de Guanajuato, si lo ven no le hagan caso, su dueña ya lo anda buscando.
PD 2. Faltaron los patos, vacas, bueyes, chivos, cochinos, puercos, marranos, cerdos, pero eso debe ser otra historia.
Por: Ernesto Jiménez
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