En redes sociales, antes de reflexionar en torno a la situación de violencia, como hombres reclamamos la muerte del músico y desacreditamos el #MeToo mexicano luego de que fuera señalado de manera anónima por acoso.
Durante la madrugada de este lunes las tarjetas informativas que rondaban por las redacciones de distintos medios indicaban que un hombre de aproximadamente 50 años se había quitado la vida al colgarse de un árbol en la colonia Narvarte, alcaldía Benito Juárez. Había dejado una carta a través de redes sociales en las que advertía sus intenciones y pedía por favor «no culpar a nadie» por lo que había sucedido.
Contrario a la solicitud expresa, los señalamientos en redes sociales han dado cuenta de dos situaciones: en primera instancia de la normalización que tenemos en torno a la violencia que ejercemos en contra de las mujeres (sin importar su edad ni mucho menos la nuestra); en segunda instancia se visibiliza nuestra poca o nula capacidad de reflexión en torno a ello.
La normalización de la violencia ha dejado situaciones de acoso, violación, y asesinatos en todo el país y nosotros, como hombres, no estamos viendo que quienes propiciamos estos actos somos nosotros mismos. No estamos alcanzando el punto de siquiera hacer un alto y preguntarle a las mujeres a tu alrededor cuándo has sido violento o has tenido una actitud machista.
Cuando se nos confronta con situaciones en las que se nos evidencia tendemos a acrecentar nuestro malestar y las agresiones en contra de ellas, haciendo frente a la situación de la única forma en que la sociedad nos ha enseñado a lidiar con los problemas, que es la mentira, desaprobación y desacreditación.
La muerte de cualquier persona per se, debería ser siempre motivo de reflexión porque representa una falta de valores en la sociedad en distintas escalas. En cuanto al asesinato de mujeres y diversas vejaciones que se ejercen sobre ellas, hemos reparado en que siempre ha sido así y no nos inmutamos ante la tragedia.
La legitimidad de los movimientos #MeToo en México no deberían ser desacreditados bajo ninguna circunstancia pues ahora toca a las mujeres alzar la voz para evidenciar todo lo que como sociedad hemos forjado y hemos visto bien. Es probable que las secuelas de esta lucha no se conozcan inmediatamente, sino que contribuyan al trabajo formativo de próximas generaciones, quienes por fin tengan en sus manos la posibilidad de dejar a un lado la violencia y propicien la procuración mutua.
Ojalá las muertes que hasta ahora podemos contar por montones no sean en vano. Superemos el debate y abramos la conciencia a identificar las conductas que nos hacen mal a nosotros mismos y les hacen mal a quienes nos rodean. Ahora que gran parte de los casos de violencia han sido visibilizados, no abramos el escrutinio, pues no estamos en posición de descalificar a nadie, caso contrario, pujemos para que la cotidianidad sea más justa.
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