Debajo del imperio de aquel país, cuya bandera ondeante presume barras y estrellas en una combinación de blanco, rojo y azul, existe otra nación más pequeña en territorio y población, pero con una monumental dimensión en lo que a violencia se refiere.
Es una nación donde tan peligroso es el ejercicio de portar una placa y un arma de fuego, como la de portar un bolígrafo y una cámara; en este territorio vive un gremio que, desde su nacimiento, ha caminado con el corazón palpitando con violencia ante el peligro que corre en su tarea de narrar el acontecer nacional: un lugar donde el periodismo huele a lágrimas y plomo.
Tantas voces de nuestro país se han levantado al unísono para consignar las inacabables declaraciones con las que el sonriente Donald Trump escupe sobre la prensa, no importando si éstas no corresponden a un medio mexicano, esas voces y manos que a gritos y escritos le dan forma a una avalancha de reclamos hacia el mandatario estadounidense por esa rabiosa intolerancia que el señor va dejando a su rastro, conforme habla.
Por ejemplo, aquel 25 de agosto de 2015, cuando el precandidato solicitó al periodista Jorge Ramos que se retirara de la conferencia realizada en Dubuque, Iowa, tal acto fue totalmente desaprobado por la comunidad mexicana, al considerarla como una conducta de censura sobre el periodista que radica en EU. Uno de tantos hechos que estallan en un trending topic.
Sin embargo, bastante candor de infierno existe en nuestro territorio y sobran los ejemplos de la aplastante violencia que, a los periodistas mexicanos, les ha tocado cargar y, lamentablemente, no es posible percibir una reacción de la misma magnitud que ante un acto ocurrido fuera de las líneas divisorias.
Menudo problema, pues de acuerdo con la CNDH, de 2000 a 2017, en México, 123 periodistas de diferentes estados de la República, incluso extranjeros, han perdido la vida, decesos que siempre destacan en los registros de la Federación Internacional de Periodistas, junto a los números de otras naciones como Colombia, Pakistán, Turquía, entre otros más que también entran en tan desoladora lista.
Tan alarmante que, en menos de dos semanas, existen dos casos de periodistas muertos, uno tuvo lugar en el estado de Veracruz, cuando asesinaron a Ricardo Monlui Cabrera, columnista de Crisol y periodista de El Político, además de Miroslava Breach, quien era corresponsal del diario La Jornada en Chihuahua y colaboraba en el medio Norte Digital Ciudad Juárez.
Siendo prensa al otro lado del Río Bravo, la misma administración mexicana muy fácilmente la halla como un poderoso aliado en ese gremio estadounidense que constantemente critica y cuestiona a Donald Trump, que únicamente se limita respondiendo con su ya abollada frase: «Fake News», pero si hablamos de periodistas connacionales, el final se acuña solo.
HOY NOVEDADES