La plaza del ajolote
¿Adiós al fraude electoral?
El pasado primero de julio la democracia en el país tomó el caminó que muchos mexicanos esperaban —con el resguardo de las filiaciones políticas—, la mayoría del pueblo nacional anhelaba sentir que su participación, además de ser tomada en cuenta, era respetada; ansiosos, siguieron el conteo rápido y esperaron hasta el último momento para asegurarse de que México tuvo unas elecciones limpias. Nada más alejado de la realidad.
Aunque la aplastante victoria de Andrés Manuel López Obrador evitó que el fantasma del fraude volviera a aparecer en el imaginario colectivo, lo cierto es que una de las plazas más importantes de electores y un bastión importante del panismo nacional, exhibió la verdadera esencia de los organismos electorales del país. El proceso electoral en Puebla se convirtió en un cochinero en medio de un manto de incertidumbre y prepotencia política.
Desde el momento en el que la Coalición Por México al Frente decidió postular a Martha Erika Alonso como su candidata a competir por el gobierno de Puebla, las descalificaciones por su nula —por no decir inexistente— experiencia para gobernar, desató las críticas de quienes vieron un intento de cacicazgo impuesto por Rafael Moreno Valle, para seguir al frente de la entidad, bajo el resguardo de la figura de su esposa, pero con el cetro del poder en sus manos.
Sin embargo, el punto más álgido del desacuerdo poblano surgió el día de los comicios. A la par de los resultados preliminares que daban la ventaja al candidato de Morena a la presidencia de México, las noticias sobre los disturbios en Puebla crecían, pero no trascendían, sepultados bajo la avalancha obradorista y silenciados por la complacencia del actual gobernador, José Antonio Gali Fayad.
El día de la elección, dos presuntos operadores del PRI fueron asesinados en el municipio de Chignahuapan, acusados de intentar secuestrar al hijo del candidato de Morena en Acatzingo; además, ese mismo día por la tarde se reportó el robo de urnas en al menos 15 casillas de la capital poblana; un video difundido en las redes sociales evidenció la volcadura de una camioneta con urnas robadas —llevaba placas de la CDMX, pero tenía registro a nombre del gobierno del estado de Puebla—; la escritora y representante de casilla por Morena, Aura Xilonen, compartió un video donde denuncia disparos, amedrentamiento y robo de urnas en la casilla 1534.
Al final del día, el saldo total fue de 139 incidencias (cifras del Instituto Electoral del Estado) en toda la entidad, lo que provocó la suspensión de labores en cinco distritos de la capital poblana. Pero no fueron suficientes para opacar el vitoreado triunfo del tabasqueño y su ostentosa celebración en la plaza mayor del país.
Por ello, resultan ridículas las declaraciones del titular del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, al afirmar que el «fraude está erradicado de nuestro sistema electoral». Si bien, no se habló de fraude en las presidenciales, se debió al extenso margen con el que López Obrador derrotó a sus contrincantes, pero eso no exime, ni debería ocultar las inconsistencias acontecidas en territorio poblano.
A pesar de ello, las redes sociales se han llenado de politólogos exigiendo se respete el triunfo de la esposa de Rafael Moreno Valle, quien ya recibió la constancia de mayoría como ganadora de la elección, por parte de la dependencia electoral del estado, no obstante, para acudir a recibirla tuvo que ser custodiada por elementos de la policía estatal, así como por integrantes de la Gendarmería, pues a las afueras del recinto retumbaba el grito de ¡Fraude!
Es aquí cuando cabe la advertencia de que una victoria presidencial jamás deberá servir como moneda de cambio para permitir que en algunas regiones del país se continúe violentando la democracia y, peor aún, se condicione y se amenace la libre participación ciudadana al momento de decidir por quién quieren ser gobernados.
El último episodio violento se vivió en las instalaciones del Hotel MM, donde morenistas y panistas se enfrentaron en lo que apuntaba a ser un centro de operaciones del PAN, para efectuar un posible fraude electoral —al menos así lo denunciaron los seguidores de Morena, mientras que los blanquiazules denunciaron agresiones en su contra—. El saldo de este capítulo fue de 62 detenidos, todos ellos absueltos ya, ninguna orden de aprensión emitida y, como siempre, las averiguaciones continúan.
En adelante, para que Puebla consiga hacerse con su primera gobernadora, hará falta que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TFPJF) valide el resultado de la elección, a la espera de que se haga valer y se ponga en duda el prestigio y la simplicidad de las palabras de quien preside el INE, pues —como ya dijimos—, el triunfo presidencial de un movimiento político, por sí solo, no puede solventar una falsa democracia nacional, ni minimizar las evidencias de un proceso electoral fallido, plagado de violencia, asesinatos, compra de votos y secuestro de urnas.
Esperamos que cuando la fiebre del triunfo termine, el próximo presidente de México recuerde su lucha contra el fraude electoral y tienda la mano, ya no a Miguel Barbosa (candidato «perdedor» en Puebla) sino a los mexicanos que votaron por él y creyeron en el renacer de la democracia nacional. Ansiamos, pues, que quien se encuentre al frente del INE olvide los discursos triunfalistas y reconozca las derrotas de su administración, para entonces poder hablar de una verdadera democracia nacional.
Por: Ernesto Jiménez
HOY NOVEDADES/LIBRE OPINIÓN