«Candil en la calle, oscuridad en la casa» es uno de los refranes que más me han hecho reflexionar sobre la actual realidad mexicana, sobre todo desde que Donald Trump tomó protesta como presidente de Estados Unidos, y de este lado de la frontera, se optó por cantar el Himno nacional para exigir respeto por México.

«Candil en la calle, oscuridad en la casa» es uno de los refranes que más me han hecho reflexionar sobre la actual realidad mexicana, sobre todo desde que Donald Trump tomó protesta como presidente de Estados Unidos, y de este lado de la frontera, se optó por cantar el Himno nacional para exigir respeto por México.

Debido a las recientes determinaciones que ha tomado Donald Trump, el pueblo mexicano se ha mostrado inconforme y ofendido, pues desde inicios de su campaña electoral, el magnate, utilizó falacias basadas en estereotipos, para ganarse la simpatía de los estadounidenses más nacionalistas y de uno que otro paisano que ya se cree gringo.

Con ese discurso xenófobo, en el que Trump aseguraba que los mexicanos eran criminales, el antipático empresario se convirtió en el presidente de Estados Unidos, y las manifestaciones se hicieron presentes.

Este domingo 12 de febrero, se convocó a la sociedad mexicana para participar en la marcha «Vibra México» que registró una participación aproximada de 10 000 personas inconformes con las políticas antiinmigrantes de Donald Trump.

Una marcha que unió las voces de los mexicanos contra la intolerancia, la xenofobia, la misoginia y el nacionalismo de Donald Trump.

Hasta este punto, todo parece un agradable cuento de hadas con final feliz, pero ocuparé el lugar de Maléfica, detendré la música feliz y cuestionaré.

Se supone que la marcha fue contra la intolerancia que Donald Trump ha mostrado ante posturas políticas e ideológicas que no concuerdan con sus característicos y privilegiados puntos de vista, y aquí lanzaré la primera piedra: La marcha del día de hoy fue muy intolerante con marchas y movimientos anteriores, se posicionó desde lo políticamente correcto y llamó a los asistentes a no comportarse como «salvajes».

La marcha también se promulgó contra el nacionalismo Trumpniano, que ha iniciado una cacería de brujas contra los inmigrantes, aumentando considerablemente el número de deportados con sus redadas y firmando la orden ejecutiva para la construcción de un muro fronterizo. Y México ha reaccionado, entonando el Himno Nacional, en compañía de la Banda de Guerra de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (Y eso que la marcha era apartidista).

Entonar el Himno Nacional puede ser algo bien visto por muchos, pero también es un canto que representa la construcción de una identidad nacional, necesaria para que el Estado mexicano pudiera conformarse. Además, en esta ocasión ―contrario a lo que sucede con otras marchas, en las que el cuerpo de granaderos asiste, no para conjugar sus voces con las de los inconformes, sino para reprimir― la Secretaría de Seguridad Pública asistió con su banda de guerra para entonar el Himno Nacional junto con sus compatriotas bien portados.

Decían que la marcha era apartidista, pero se hizo presente el nacionalismo gubernamental, que se sumó al canto de los inconformes, que en esta ocasión, marcharon irónicamente, contra el nacionalismo estadounidense, que Donald Trump ha venido a mostrar al mundo tal cual.

De esa manera, volvemos al refrán, mientras el mexicano se muestra ante el mundo como víctima, y lucha contra el nacionalismo de Trump con su mexican power, deja de lado su propia oscuridad que oculta en sus sombras, los malos tratos a los migrantes de los países del sur, que en territorio nacional están a expensas del crimen organizado. ¿O ya se les olvidó la masacre de San Fernando?