México ocupa el cuarto lugar mundial en cuanto al número de personas desaparecidas se refiere
Acusaron a Diego Luna de hipócrita por hacer apología de la violencia en Narcos: México y exigir al Gobierno que ponga fin a la desaparición forzada.
En medio de las promesas del Gobierno mexicano para cumplir con el cometido de hallar con vida a las decenas de miles de personas desaparecidas en el país, el actor Diego Luna, protagonista de la serie Narcos: México, acompañó a un numeroso grupo de familiares para protestar a las afueras de Palacio Nacional.
La serie, transmitida a través de la plataforma de streaming Netflix, ha sido señalada —como muchas otras— por presuntamente hacer apología de la violencia con un tema que no solo escala a dimensiones críticas, sino también se ha convertido (sí, gracias a muchas producciones audiovisuales) en una lamentable moda nacional, cargada de estereotipos llevados de las pantallas y los corridos a las filas del crimen organizado.
Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, confirmó que la mayoría de las desapariciones en el país tienen una relación directa con el crimen organizado, pero subrayó que muchas instituciones de seguridad locales también han tenido una participación (lamentable) activa para que en México se cuenten 40 mil 180 personas desaparecidas.
De acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas solo Irak (250 mil), Sri Lanka (65 mil) y Colombia (45 mil 800) superan a México en materia de desapariciones forzadas, por lo que la presencia de toda la sociedad mexicana para exigir justicia se hace indispensable, más cuando quienes se suman tienen un gran reflector sobre sus hombros.
Diego Luna fue criticado por acompañar a los familiares de las víctimas, cuando es la imagen (publicitaria) de una de las series más vistas en Netflix, pero realmente lo que rompió la armonía en las redes sociales fue que se sumara a una crítica abierta contra la llamada Cuarta Transformación.
Luna no es ni será el último actor que represente el papel de un narcotraficante mexicano, ahí está Joaquín Cosío, no solo un gran actor, sino que se ha ganado el aprecio del público con los papeles que ha interpretado —el Cochiloco y Don Neto, quizá los más queridos—, pero como él no está exigiendo justicia frente a Palacio Nacional, su apología del delito queda relegada por su capacidad de interpretar a dos de los personajes más sanguinarios de la historia criminal nacional.
Quizá sea tiempo de llamar las cosas por su nombre. Una realidad nacional plasmada en las pantallas puede contribuir al conocimiento e interés por la historia político-criminal del país, aunque no debemos negar que se suma al sendero del imaginario colectivo sobre el comportamiento, vestimenta y fama de los narcotraficantes mexicanos; empero, desviar la mirada de las protestas legítimas de los familiares de más de 40 mil desaparecidos y concentrarlas en la figura de un actor es no querer ver lo que orilló a México a convertirse en un país de fosas clandestinas.
HOY NOVEDADES/EN BOGA