Ricardo Monreal declaró ayer por la tarde que habría «cambios radicales a la minuta» de la conformación de la Guardia Nacional. Esto porque, como es bien sabido, la aceptación de la llamada oposición (PRI, PAN, PRD y MC) le han realizado varios señalamientos al proyecto inicial del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Pero en el mismo discurso, el coordinador de los diputados de Morena advirtió que la política es negociación, y que no van a aceptar todas las modificaciones que pretenden los opositores. Además, el ex delegado aseguró que se busca en consenso, que la minuta debe tener las voces de todos. Es decir, y para nadie es un secreto, la Guardia Nacional va sí o sí. Hace mucho tiempo que eso quedó claro en la vida política y nacional.
La voluntad del mandatario tabasqueño se hará valer, por más que las voces de organizaciones en pro de los derechos humanos, quienes advierten del riesgo de mantener a las fuerzas armadas en las calles y, peor aún, de dotarlas de mayores atribuciones.
Si bien los foros en el Senado se han manejado como «abiertos», en el sentido de incluir voces civiles, los cuestionamientos de los representantes de estas organizaciones no se han hecho esperar. Los que han acudido al recinto legislativo han señalado que las autoridades no argumentan con solidez, que su defensa se hace con base en la imagen de López Obrador como un mandatario de buenas intenciones, que antes de llegar al poder recorrió todo el país y que sabe de primera mano cuáles son las demandas y necesidades del pueblo.
Se apela la buena voluntad y conocimiento de un hombre de cabeza blanca, como si las canas y el apoyo en las urnas que tuvo el año pasado le dotaran de la sabiduría y autoridad tota para decidir qué es lo que necesita un país enfermo de inseguridad crónica. Ese no es el camino, señores. Si los tintes autoritarios eran señalados por ustedes mismos en sexenios pasados, por qué hacer uso de ellos.
Mientras tanto, López Obrador ya convenció a los gobernadores priistas, quienes han externado su apoyo absoluto. Incluso el gobernador de Coahuila, Miguel Ángel Riquelme, ya indicó que se busca la figura de un mando civil pero que no necesariamente es indispensable y que apoya abiertamente el mando meramente militar. Puso de ejemplo a su estado, y refirió que trabajar con la Sedena le ha dejado buenos resultados en materia de seguridad.
Avanza y avanza. Entre negociaciones, discrepancias y apoyos negociados, pero cada vez está más cerca. La Guardia Nacional es una realidad. «Hoy el jefe de las fuerzas armadas es el presidente de la República (…) y en los estados son los gobernadores», dijo el mandatario oaxaqueño Alejandro Murat. Parece que el poder, y no la seguridad de los ciudadanos, fue el argumento de la comitiva del presidente para convencer a los tricolores.
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