Justin Trudeau saltó de la Casa Blanca a Los Pinos, pasó del peluquín al copete prominente. Primero se reunió con míster Donald Trump y ahora se encuentra en nuestro país dialogar con Peña Nieto. Todo esto en medio del arranque de la cuarta mesa de renegociación del TLCAN –de siete que se pactaron– entre las tres naciones, quienes se encuentran en la segunda parte del «estira y afloja».
Es notorio que el primer ministro canadiense se encuentra en la gira tratando de conciliar –ya sea con los dos en un mismo combo o con cada uno por separado– intereses y mantener los acuerdos comerciales. Porque «Canadá y México son el segundo y tercer socio comercial de Estados Unidos, sólo detrás de China», lo que refleja que ya sea con TLCAN o sin él, los tres países seguirán buscando acuerdos bilaterales.
Esos mismos que Trump ha repetido hasta el hartazgo en días recientes en detrimento del acuerdo que acaba de cumplir 24 años. Ya se vio que al magnate no le tiembla la mano para disolver sociedades «como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) que uniría a 11 países del Pacífico en un acuerdo de libre comercio y el Tratado de París por el Cambio Climático».
De tal forma que la opinión de los empresarios estadounidenses le viene guanga y si ya dijo «no voy» hará hasta lo imposible por abandonar el TLCAN, pese a la negativa de la Cámara de Comercio de su país, quien amenazó con proceder legalmente contra el presidente tras su propuesta sobre un TLCAN de cinco años.
Peña Nieto y su equipo de trabajo deben de aprovechar al máximo la estancia de Trudeau en nuestro país para reforzar la sólida relación de 73 años que hay entre ambas naciones, así como la buena actitud y apertura al diálogo que lo han hecho tan popular. Es momento hasta de cuestionarlo sobre la plática que sostuvo con míster Trump y abrir el abanico de posibilidades que hay.
México debe de asumir una actitud segura y aprovechar lo que Videgaray, Meade y Guajardo han acotado: «el 50 por ciento de las compras de México a Estados Unidos se manejan fuera del TLCAN, y que sólo el 20% de los productos podrían estar sujetos a aranceles».
Porque los números no mienten, por lo que ante una fractura del TLCAN «según las reglas de la Organización Mundial del Comercio, los aranceles que EU podría aplicar a los artículos que entran de México, sería de 3.5%, mientras que México podría levantarlos hasta en un 7%.»
Pero no todo es dulce. «El final del TLCAN le pegaría de manera severa a la industria automotriz mexicana, que es la principal generadora de divisas en México. Estados Unidos es el principal consumidor de dichos artículos. Los bajos salarios en nuestro país han provocado que varias empresas automotrices de capital extranjero se establezcan en nuestro país, y aprovechen el gran mercado norteamericano».
Es política y la política se rige por acuerdos. Entonces está en los políticos mexicanos encauzar este tipo de visitas y exprimirlas al máximo. De tal forma que debemos esperar lo mejor, pero estando conscientes de que puede pasar lo peor. El tiempo nos revelará el final, porque parafraseando la sabiduría popular es mejor ser historiador que profeta, sobre todo si hay políticos en medio.
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