El 27 de febrero, los reflectores se concentraron en un acto que, sin duda, desató de forma violenta las aguas del turbio mar político: la abierta declaración de Luis Miguel Barbosa, entonces coordinador del PRD en el Senado, acerca de su total respaldo a Andrés Manuel López Obrador, líder de Morena, rumbo a la elección presidencial de 2018.
Sorpresivamente, el legislador poblano, que antes había expresado su apoyo a Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno, argumentó que éste quedó «atrapado entre las redes de las corrientes de su partido», y acusó a otros grupos dentro del PRD, como Nueva Izquierda y Los Galileos, así como varios gobernadores, de apoyar al PAN y a la candidata Margarita Zavala.
Dos antecedentes a la declaración del líder perredista fueron el destape de Miguel Torruco, exsecretario de Turismo de la CDMX, pues el 12 de febrero se informó que fungía como asesor de López Obrador, por lo cual, Mancera le pidió que presentara su renuncia. «Decidí renunciar como secretario de Turismo CDMX para incorporarme al equipo de asesores de @lopezobrador_ #AMLO», publicó en su Twitter, el ex secretario capitalino.
Otra más fue Leticia Quezada, ex jefa delegacional en Magdalena Contreras y subsecretaria de Asuntos Metropolitanos y Enlace Gubernamental, luego de ser captada en fotografías junto a AMLO, en un mitin político en Ecatepec, Estado de México; donde, en junio próximo, habrá elección de gobernador. El 3 de marzo, luego de la solicitud de su renuncia, informó que se sumaba a la campaña del líder nacional de Morena.
Regresando al tema Barbosa, conocido en redes sociales como «El nene consentido», desde un principio su declaración encendió la pólvora al interior de su partido, pues las reacciones no se hicieron esperar, desembocando el río en dos brazos: por un lado, quienes pidieron revocarle del cargo por tan salvaje destapada en favor de López; en segundo lugar, el grupo perredista que argumentó a favor del legislador, al considerar que es un buen coordinador y no sería recomendable su separación.
Dolores Padierna, vicecoordinadora del PRD, consideró en todo caso que la definición de Barbosa y de algunos de sus compañeros fue apresurada; sin embargo, «eso no debe ser motivo para tomar represalias en su contra» consignó.
Hoy, el panorama ya no figura del mismo modo, el lunes 13 de marzo, Barbosa Huerta renunció y argumentó que, desde el pasado viernes, tomó la decisión de separarse para seguir la ruta política trazada por él, además de informar que su lugar sería ocupado por el senador Raúl Morón Orozco.
Sin embargo, Padierna Luna se opuso a la designación de Morón como nuevo coordinador del PRD en el Senado, al sostener que es ilegal, ya que no fue un procedimiento regular y, además, informó que, junto con la dirigente nacional del Sol Azteca, Alejandra Barrales, se convocó a una reunión con los 12 perredistas que conforman la bancada para poner a votación la elección de quién será el nuevo coordinador.
No obstante, el presidente del Senado, Pablo Escudero, anunció que, por el momento, la Cámara Alta no reconoce ni a Raúl Morón ni a Dolores Padierna como coordinadores del PRD en ese recinto, al señalar que la Mesa Directica resolvió solicitar una opinión ante la Comisión de Reglamento y Prácticas Parlamentarias.
El movimiento de Barbosa Huerta terminó de marcar un surco que vislumbra esa realidad con la que el PRD batallará en su camino a corto plazo: una desbandada de «perredistas-morenistas de clóset» que ya no esconden su coqueteo con Morena, que en consecuencia amplificará la fractura al interior del partido, manifiesta en temas tan esenciales como el que ahora comentamos, con una agenda que contempla elecciones mexiquenses en este año, y de Los Pinos y curules federales en 2018.
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