Los mexicanos estamos a punto de experimentar y participar en las elecciones más grandes de nuestra historia, donde el verdadero dilema no es si votar o no, sino por quién votaremos. Después de todo, sólo tenemos dos opciones: seguir con el que nos promete bajarnos la luna y el sol ―pero que nos ha enseñado que es igual a todos―, o perdonar al que nos maltrató, nos golpeó y humilló durante años, y regresar con él a la primera disculpa que nos pide.
Por un lado, tenemos a Morena resumido en Obrador: un presidente que nos endulzó el oído para irnos con él y, que si bien puede tener buenas intenciones, sus esfuerzos y maneras nomás no terminan de enamorarnos. Parte de esta desilusión se debe precisamente a que dentro de su cabecita se mira como el héroe y el salvador que necesitábamos, pero que en cambio, resulta ser un anticuado y egoísta que incurre en un sinfín de contradicciones al practicar todo aquello que tanto criticó en el pasado.
Si a esto sumamos que Obrador y su partido son esa ex pareja que nos lava el cerebro diciéndonos que no lo queremos porque no lo apoyamos, además de amedrentarnos porque nos atrevemos a señalar sus errores en vez de darle un soporte incondicional, aunque dárselo signifique no estar a gusto con nosotros mismos, entonces la relación a futuro no luce nada prometedora.
Después de todo, recordemos que el presidente sólo tiene dos extremos: o estas con él o en su contra; no hay términos medios, no hay lugar a la más mínima crítica, y a la primera de éstas, resulta que nosotros somos los malos de la relación.
Y hablando de extremos, tenemos al PRIAN, que no es más que esa expareja que nos engañó, nos golpeó, nos humilló, nos olvidó, nos hizo sentir menos y a pesar de eso intenta convencernos de que es mejor estar con alguien como ellos que quedarnos solos.
Pero como todo buen ex tóxico al que por fin nos atrevimos a dejar, y al ver que no puede sólo y se ha quedado sin apoyo y sin la confianza de los otros, ahora regresa arrastrándose, pidiendo nuestros votos y nuestro perdón mientras nos promete y jura que ya cambió.
Pero en el fondo es esa expareja que sabe ―y nosotros también sabemos― que no va a cambiar. Nos tratará bien y nos enamorará otra vez durante un rato, sí, quizá unos cuantos meses, si bien nos va, pero regresará a sus viejas mañas en cuanto obtenga de nosotros lo que quiere.
Entonces, ¿con cuál tóxico se quedarán?
HOY NOVEDADES/LIBRE OPINIÓN